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El corazón de lamujer 155 nado de varios años les impedía plantearse los problemas de la vida en serio, y también el problema de la vocación. Eran horas muy sabro– sas para mí, aun humanamenre, ya que podía observar de cerca a la mujer en esos años en que se abre a la vida, con el corazón fresco, con la fantasía fácil, con una sensibili– dad ingenua, y con esos a ltibajos tan interesantes que sufre su estado de ánimo a merced del organismo en pleno desarrollo. Para el hombre común quizás interese más en esa edad la forma externa, corporal, de la mujer en toda su belleza pura; para mí lo verdaderamente atrayen– te es lo que la jovencita deja ver en lo íntimo de su ser, aun sin poder expresarlo, porque no encuentra fórmulas ni sabe analizarse a sí Ccnfrn!.Tlcia en el cur>ii!Q de Misionolcgfa de Béni< para reUgit¡sas. Agosw 1957. misma.[...] En general fue un minis– terio fructífero para ellas y muy estimulante para mi sacerdocio, porque también aquí me encontré con corazones muy selectos y generosos. Más tiempo duró otro contacto con las novicias, algo externo y rnás colectivo, pero muy interesante. Durante unos quince años les di clase semanal de religión, divididas en dos grupos, las más adelantadas y las mas atrasadas. Al principio temí perder el aplomo delante de tantas caras femen inas, juveniles, muchas de ellas guapísimas, con esa sana belleza ingenua y verdadera que no necesita de labios pintados ni de carrillos empolvados ni de cejas artificiales. Pero cuando vi que aquellos ojos me miraban con naturalidad, sin segunda intención, también yo me situé muy naruralmente como hombre y como sacerdote. * * * Hablando de las Oblatas del Santísimo Redentor, sepamos que estas religiosas fueron fundadas en Ciempozuelos (Madrid) en 1870 por Mons. José Benito Serra y la Madre Antonia María de Oviedo. La casa de Pamplona, a la salida de la ciudad, antes de pasar el río Arga, en d irección
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