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Auge y plenítud, 1951·1963 141 que reside por igual en el núcleo objetivo, que nunca falta en la base de toda tradición o leyenda, y en la significación simbólica, que es a la his– toria lo que el vestido a la persona, su categoría. Sin las Flm·eciUas, la his· toria de san Francisco de Asís sería desconocida en su faceta más valiosa y original. Y ¿quién osará decir que hay menos historia en las passiones de santa Cecilia o san Lorenzo, leyendas como son, que en las actas procon– sulares de otros mártires sin relieve? Hay verdades estériles y hay errores fecundos; sólo la mentira es baldía. El error, y aun la ficción bieninten· cionada, comienza a ser factor de vida en la Historia cuando se hace sím· bolo y encarna una exigencia ideal. Y es que entonces es ya el sostén de una verdad. También la vida de cada hombre descansa grandemente, si ha de ser fecunda, sobre la obra de la fantasía". * * * Nos hemos demorado con esta cita porque no es una elucubración sobre perfiles de histOria y leyenda, sino una panecira de su alma, su modo de entender espiritualmente la vida que le llevó a una aperwra confiada a la realidad. Y tornando a la visión que el P. Lázaro tenía de la Virgen, sabemos que en años posteriores, después del Concilio, el P. Lázaro dijo: "Hoy hubiese escritO el libro de otra manera". De lo cual no nos cabe ninguna duda. La muerte del padre (22 agosto 1958) En el año 1958 ocurrió inesperadamente la muerte de su padre, el Sr. Alejo. Un día de agosto, estando en Urbasa con una tanda de estudiantes teólogos, subió de A lsasua un religioso de la comunidad como mensajero de una noticia preocupante: que al padre le habían llevado en ambulan· cia a Pamplona. El P. Lázaro no pensó lo peor; sería consecuencia de un mal que el padre padecfa. Se puso en camino lo ames posible. Por desgra· cia, para cuando llegaba la noticia el padre había fallecido. ¿Qué había sucedido? * * * "Sucedió lo siguiente -cuenta el P. Lázaro a su hermana religiosa Sor María Ester de los Ángeles, residente en Madrid. Estaban montando la trilladora en una era del pueblo, después de ter– minar la trilla en casa. El padre, que siempre tenía que estar en todo, se puso también a ayudar. En esto recibió un golpe en el vientre con una de

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