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Capítulo VIII Auge y plenitud, 1951-1963 Nuevo empiece Esta vez el panorama que me rodeaba era mucho más halagüeño. Tenía de Guardián al P. Ricardo, que estaba siempre a mi favor, si bien no com– prendía siempre mis procedimientos en el trato con los estudiantes; pero veía que acertaba y me dejaba obrar con grande comprensión. El cuadro de profesores quedó renovado casi completamenre; entraron ahora varios jóvenes, recién venidos de la universidad, que habfan sido discípulos míos en el colegio, más aún, mis dirigidos. Eran jóvenes profesores de gran dis– posición. Los estudiantes me recibieron tambi~n esra vez con ilusión y se me volvieron a confiar. Rápidamente se fue saneando el ambiente, no del todo bueno anteriormente, y las cosas fueron mejor. Por mra parte mi edad más madura, mi experiencia y las rudas lecciones recibidas, me hicie– ron moverme con mayor cordura. Faltaba, sin embargo algo de aquella frescura casi irresponsable del primer trieniom. * * * Vamos a relatar en este capítulo estos doce años de d irector del Colegio del P. Lázaro, que hemos calificado como años de auge y plenitud. Ése es el P. Lázaro que conocimos en directo, y la estampa que dejó en la provincia ames de internarse por los caminos de Roma. u, Notas confidenciales Clt:.ldas.

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