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104 FORMADOR EN LAPROVINCIA(1942·1965) Éste era el P. Manuel de Beizama que luego fue Mons. Alejandro Labaka, alanceado junto con la hermana Inés Arango por los nativos hu~torani, donde él había descubierto "las semillas del Verbo" y a los que iba a entregar el Evangelio y toda su persona. Tras el martirio el P. Lázaro pudo escribir un magna alabanza, evocando cómo desde 1942 hasta el fin fue un tenaz, entusiasta y activo miembro de la Academia Misional. "Tengo muy presente -escribía en 1988- su fervor, sus sentimientos de gra· titud humilde hacia el Señor en los ejercicios espirituales de preparación para el presbiterado, en diciembre de 1945, siendo yo director del teolo· gndo!"Q 1 • Autoexamen de la prime ra experiencia de director Nos adentrábamos ames en los recuerdos confidenciales del P. Lázaro examinando sus años primeros de director del Colegio. Sigamos en la misma evaluación. * * * Mis iniciativas eran incontenibles. Pero todo esto sirvió para que pro· gresivameme se fuera formando en la comunidad un ambiente poco favo· rabie para mí; como persona privada me apreciaban, me presentaban como modelo, pero no aceptaban mi modo de conducirme en el Colegio, las novedades introducidas para dar una mayor libertad y espíritu de res– ponsabilidad a los estudiantes. Lo cierto es que cuando llegó el momento de elegir el discreto conventual para el Capítulo sólo tuve contadísimos vmos; la comunidad me rechazó. El hecho no me sorprendió porque veía el ambiente; lo llevé con calma; pero los estudiantes quedaron muy con· trariados. Para entonces había escrito ya una carta, dirigida a los nuevos superiores provinciales, poniéndome en mano> de la obediencia para cesar en el cargo, si lo juzgaban conveniente. De hecho aceptaron mi renuncia, y vino de nuevo como Director el P. Ric:trdo, que cesaba como provincial. Yo quedé como Vicedirector. Aquel conjunto tic cosas, si bien procuré llevarlo con ánimo sereno, en realidad me afectó basrancc, sobre todo al comprobar la reacción de mis estudiantes, que no disimularon su adhe~ión a mi persona y su des· confianza de los demás. Yo mismo comencé a ;entirmc violento ante los religiosos que sabfa habfan trabajado contra mf, siendo así que hasta entonces trataba a todos con sinceridad, ya que me Jaba cuenta de que las Arriesgar la •·itla¡JOr él Ewurgl'ilo, 30.
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