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El Padre Adoain entre las salvajes 89 }\.sí que inmediatamente construyeron una cabaña de paja y la bendijeron para celebrar la Santa Misa, en la que im– provisaron un confesonario también de paja. La noticia de la llegada de los misioneros corrió muy pronto hasta los confines de otras tribus, y sus caciques se ·presentaron ante ellos al frente de numeroso grupo de va– sallos, para conocerlos y ponerse bajo su obediencia. La alegría del Siervo de Dios no tuvo límites. Pudo visitar pronto a lp s indios de Corocoro, Magdalena, Barandul. Ori– chuna y otros, de raza yaruros, otomacos, mohineros. Cada tribu, según los informes del mismo Padre Esteban, . tenía lenguaje especial. aunque pobre de vocablos. Al hablar ha– cían mucho uso de un sonido gutural semejante a la ge fuerte española. Las tribus se · subdividían en distritos. Y cada distrito tenía un corregidor. Los corregidores eligen gobernadores y también otros jefes subalternos, que llama– ríamos capitanes o alcaldes. Cuando cometen algún delito o incorrscción, éstos los castigan atándolos y teniéndolos ·así para que se avergüencen. t »Todo el lujo de estos indios, dice el P. Adoain, con– siste en pintarse de varios colores todo su cuerpo, incluso el rostro. Amárranse fuertemente :los muslos · y los brazos con cordeles, para que se engruesen más. A las indias, además de esto, les agujerean desde muy tierna edad los labios inferiores y las orejas. En los labios se ponen como lujo, ocho o diez alfileres, las puntas para afuera; para hablar las meten con la lengua, y con la misma las vuel– ven a poner con la mayor destreza, sin que nadie las ob– ·serve. En las orejas se ponen· por pendientes unos palitos pintados. De este modo se adornan siempre que han de re– cibir alguna visita, o bien para presentarse en el baile. »y a se deja entender que todo esto nos causaba pro– funda compasión y al mismo tiempo mucha tristeza. Pero como la empresa era divina, seguimos nuestra marcha en– ire aquellos salvajes, confiados en el auxilio de la divina gracia.• (Id. p. 25.) Desde el día siguiente a su llegada trazó el P. Adoain el plan de apostolado. Por de pronto se concretó a instruir a los habitantes de Guachara, por otro nombre El Palote. A la mañana, al amanecer, hacía la señal de llamada, gol– peando un pedazo de hierro y recorriendo diversos lugares. Reunidos los indios, exhortábales a que .asistieran a la Santa
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