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.82 El Padre Esteban de A·doain desempeñar.. «Bajo tal inteligencia, añadía el Sr. Arciniega, pu.eden ustedes seguir a su destino y contar en él con tocja la cooperación de su afmo. y s. s. q. b. s. m.-José Arci– niega» (1). Esta vez triunfó el Siervo de Dios. Pero más tarde el empeño en obligar a los misioneros a jurar la Constitución y tomar carta de naturaleza fué el ariete que derribó las nuevas misiones. Nuestro Padre Esteban se disponía a embarcarse en Achaguas con el Padre Hernani para llegar al salvaje · lu– gar de Guachara. Pero gran número de personas le rogaron se detuviera unos días para predicarles, alegando insisten. temente que desde el tiempo en que desaparecieron los an– tiguoG Capuchinos de Achaguas, no se había oído allí la pa– labra divina, por lo cual la mayor parte de sus habitantes habían huído a la selva. !;>. través de las palabras y actitudes de aquel pueblo, vió claramente el Siervo de Dios que sería abundante el fruto . de la predicación y accedió a tan legítimos. deseos. La mayor parte de la gente de aquella población era civi– lizada, aunque no en la forma y grado que lo entendemos en Europa. ·. t Como reguero de pólvora corrió la noticia por todo el campo. Y desde varias leguas de distancia afluían centena– res de personas a escuchar al misionero. El templo edifi– cado por los antiguos Capuchinos no existía ya; pero el Párroco, recientemente nombrado, había improvisado un lo- •cal en el que apenas cabían cien persond!;. Por lo cual, du– rante los sermones del Padre Adoain, se acomodaba el pú– blico en una anchurosa plaza que se extendía ante el rús– tico templo. Pronto se notó una reacción saludable. Profun– damente conmovidos, comenzaron muchísimos de los oyen– tes a pedir confesión y penitencia. El fruto comenzaba a ser copioso. Pero no tardó el enemigo en hacer acto de pre– sencia. Ciertos individuos muy bien avenidos con sus concu– piscencía.s, propusiéronse malograr el fruto de la misión. Propalaron por el poblado y por el campo, que los misio– neros ercrn unos hombres intolerantes, unos ver¡:laderos ver- (1) Archivo del Vice-Postulador, Carpeta II, n. 25. Copia auténtica.
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