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Llegcida a Venezuela · 69 Esta consideración, repetida con insistencia, impresionó vivamente. Entonces el Padre Adoain aprovechó la ocasión para predicar una misión. La anunció verbalmente, hasta conseguir que la noticia llegara a conocimiento de todos y cada uno de sus feligreses, y logró despertar curiosidad enorme y ansiedad incontenible de presenciar un espec- táculo para ellos nunca visto ni oído. · En efecto, celebróse la misión en ·diciembre. Acudían a los actos de ella cinco mil, seis mil personas, que ilega– ban desde los últimos confines del distrito parroquial. es · decir, desde quince y veinte leguas de distancia. Escuch.::x– ron con respeto la palabra de Dios, dando muestras de com– punción. Y por fin se resolvieron a confesarse. El misionero se entregó a oír confesiones durante varios días, comen– zando cada día la consoladora tarea a las tres de la ma– drugada y continuando sin interrupción hasta las doce del mediodía, y por la tarde desde las dos hasta entrada la noche. Entretanto, socorría en la medida que le era posible, a las familias necesitadas, enterándose cuáles eran los po– bres vergonzantes; visitaba a los enfermos y p:ccuraba consolar a los atribulados portándose como cariñoso padre para todos, incluso para los más obstinados en el vicio. En Parapara se experimentó un cambio radical. El tem– plo fué desdé entonces insuficiente para dar cabida a los fieles. Cesaron los bailes escandalosos. Las mujeres cu– brierón sus desnudeces. Se notó respeto mutuo entre los jó– venes de uno y otro sexo. Los consortes que vivían sepa– rados se resolvieron a vivir juntos. Los concubini:Irios legi– timaron su unión o se separaron. Cesarori las relaciones ilícitas. La reforma de costumbres fué profunda y general. Como el templo era pobrísimo y desprovisto de ornamentos y objetos de culto, el Padre Adoain no vaciló en rogar a Tos fieles que contribuyesen con sus limosnas para la Casa de Dios. Y éstos que sentían ya un vivo entusiasmo, no sólo por las cosas santas, sino por el misionero, hicieron gala de su generosidad, contribuyendo' de muy buena gana con sus donativos para que se pudiera atender al decoro del templo y celebrar las funciones religiosas. · El afecto y veneración del público al Siervo de Dios aumentaba de día en día. Y no se recataban de pregonar públicamente que el P. Adoain era ·un santo y que no C[lie-

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