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68 El Padre Esteban de Adoain habían visto un hombre vestido de aquella guisa y con barba, no apartaban sus ojos del misionero y exclamaban con el asombro pintado en el rostro y en todo su conti– nente: ¡Qué barbotas! ¡Qué barbotas! ¡Aguaita, aguaita, qué camisón! ¿Este es Capuchino? · Aquella población rústica y semisalvaje presentaba un campo de acción muy difícil para el celo de nuestro abne– gado misionero. Mas no decayó su ánimo. Revistióse de paciencia y comenzó su labor de predicación continua. La calle y el campo eran cátedra de Evangelio, no menos que el pobre templo. Pero ni la predicación ni la vida ejem– plar de tan santo varón, ni sus exhortaciones a domicilio, ni sus ruegos, dirigidos con la paciencia insistente del após– tol San Pablo, servían para nada. Aquellos corazones continuaban helados. Aquellas ove– jas del místico rebaño de Jesucristo seguían descarriadas; no lograba conquistar una sola alma para Dios. Pero el Padre Adoain no era de los que caen en ei desaliento. ¡Antes morir que abandonar el campo del ho– nor! Este era su lema. Acudié a la oración, pasando largas horas ante el Sa– grario. tanto de día como de noche, pidiendo al Señor con lágrimas, la conversión de aquellas almas a él encomen– dadas. Afligía su cuerpo con disciplina diaria. Ayunaba rigurosamente. Se ofreció a Dios como víctima por el bien espiritual de aquella parroquta. Hizo un llamamiento a los niños por las- calles y por las casas, promGtiéndoles regalillos. Y los niños correspon– dían dócilmente. Reunía a los niños varones en casa a la noche, y a las niñas a las diez de la mañana. Logró con suma constancia, catequizados e instruirlos. Los preparó para 11na primera confesión y comunión, celebrando una fiesta ·.solemne. Espectáculo conmovedor, que sacó de . la apatía y . de la indiferencia a los ad1ütos. ConÍinuaron co– mulganáo los niños de ambos sexos, .dando ejemplo de piedad. · . Proponíalos el m,isio:n,ero como modelos que los adul– tos .debían imitar, y procurabq .excitC!r e.n éstos la, ei!).ula– ción, diciéndoles c0n frecuencia: . «Primi .erunt novissimi et no,vissimi primi.» Los niños ¡¡erán los primeros !'ln el otro mundo, pprq1,1e ~~. salvaré¡D; y lqs adulto_s, sus propio.s pa– dres, , .sei~n los últimos con ,eterna confusión y vef.güenza.

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