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Llegada o Venezuela --------------------~~-----------------..-------- El tal periódico aprovechand9 las circunstancias men– cionadas, inició ya desde un mes antes, una campaita vio– lenta contra la expedición de misioneros, no menos que contra el Gobierno. que la subvencionó. Acusaba a los re– ligiosos españoles de ser gente inculta, de baja ralea, aven– tureros, sanguinarios, que habían tomado parte en la gue– rra carlista de España. Añadía que esa qente era un pe– ligro para la independencia de Venezuela, como si la ex– pedición de unos religiosos predicadores del Evangelio fuera ni más ni menos que las expediciones militares del general Morillo y de otros defe,nsores de Espaita en Ve– nezuela durante la guerra de la Independencia. El Gobierno temía al revolucionario Guzmán. Y · quién sabe si en el seno del mismo Gobierno se suscitaron rece– los contra los religiosos españoles. Lo cierto es que la cam– paña de «El Venez.olano» comenzaba a obtener éxitos. De nada servía el recuerdo de la ingente labor realizada por los antiguos misioneros Capuchinos en Venezuela (1). El Padre Presidente recibió orden de que todos los ex– pedicionarios presentasen los documentos y licencias rela– tivas al ejercicio de su sagrado ministerio. No sorprendió esto a nuestros religiosos. Pero su asombro no tuvo lími– tes cuando uno de los curiales del obispado les comunicó que todos debían prestar oficio de párrocos y que antes de posesionarse de sus cargos, debían sufrir examen, según costumbre ordinaria. «Sepan --les dijo-- que han de ser párrocos, y que no hay tales misiones.» Los misioneros replicaron que se conformaban con lo del examen, aunque venían enviados por inmediat:x orc;len del Romano Pontífice, pero que se negaban en absoluto a servir parroquias, ya que lo convenido en Marsella eta (1) El ministro del Interior, señor Quintero, sin duda para disipar el escrúpulo del inquieto Guzmán, publicó con fecha 15 de Octubre del mismo ai'io 1842, un Reglamento de Misiones de se– tenta y cuairo artículos, por el cual los misioneros quedaron su– jetes al Obispo, al Gobierno, al Director General de Misiones y al Jefe del Distrito. Es decir, quedaron en infe.rior condición que los más ínfimos funcionarios del Gobierno, y sólo .con treinta y tres pesos. mensuales de sueldo, con los que deberían atender al cutto, a todas las necesidades personales y a las de los indios. Se– mejante Reglamento fué funesto para las Misiones como lo verá el lector. (P. B. de Lodares. Los Franciscanos Capuchinos en Vene– zuela, ·tomo III, p. 29).

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