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64 El Padre Esteban de Adoain Burdeos en la barca Lovely. Estos, que no venían vestidos: de Capuchinos, se hospedaron en una fonda. El mismo día, el Padre Prefecto escribió al Gobierno. un oficio, que envió con uno de los misioneros, comunicán– dole que, según las instrucciones que tenía del Sr. Alegría, pensaban los misioneros entrar en la capital de la Repú– blica inmediatamente, pero con la solemnidad que con:ve– nía a tan numerosa y acreditada expedición, rogando ade– más que se les preparase alojamiento. El Gobierno nada contestó al Padre Murieta. Escribió al juez político de La Guaira que aprestase el número su– ficiente de cabalgaduras para el traslado de los misione– ros, ordenando además que éstos entrasen en la capital con sumo silencio y de riguroso incógnito. Así se hizo. Y en llegando, fueron alojados en una casona abandonada, desprovista de lo más necesario para descansar. No se les acercó persona alguna de carácter oficial. Sólo algunos buenos caraqueños, que al ver tan triste alo– jamiento, se llevaron a sus casas a gran parte de los mi-· sioneros. Los que quedaban abandonados en la casona, cayeron enfermos. En vista de )o cual. el Sr. Arzobispo les fué acomodando en otras casas de su confianza. · El comportamiento del Gobierno de Venezuela fué in– calificable e incomprensible. Fué una descortesía para con sus huéspedes que llegaban a Venezuela anhelando !~a bajar desinteresadamente en favor del país; fué una des– consideración para con el Romano Pontífice, con cuya auto– ridad venía refrendada la Misión llamada por el mismo Gobierno. Fué un desprecio a la Religión, cuyos ministros eran los misioneros. ¿Dónde hallar la explicación de esta extraña conducta de las autoridades de la República? El Gobierno español no había reconocido aún la inde– pendencia de Venezuela; no la reconoció hasta el año 1845. En el pueblo existían todavía odios muy vivos contra los españoles, como observa el Padre Ciáurriz, tomándolo de una biografía escrita a raíz de la muerte del Padre Adou:in. . Por aquellos días se publicaba en Caracas un perió– dico anticlerical titulado El Venezolano, dirigido por el cre~dor del partido liberal D. Antonio Leocadio Guzmán (1 ). (1) Véase Historia del Mundo en la Edad Moderna, bajo la dirección de E. !barra Rodríguez, tomo XXIII, América, p. 908.
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