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54 El Padre Esteban de Adoain Loreto, escribe el Siervo de Dios, fuimos a rendir a aquella Divina Señora, que se venera en su propia casa de Naza– ret, la última visita, y a suplicarla nos diese espíritu y va– lor para sobrellevar los trabajos inherentes al apostolado. »Luego que llegamos a Roma, fuimos a besarle los pies al Santo Padre. Nos recibió con amor paternal, nos exhortó a la perseverancia, a la paciencia y al sufrimiento de tan-· tas privaciones. Por último nos dijo que todas las gra.cias estaban concedidas. »Al ver que el .Papa •se levantaba de su silla para ha– blarnos,' nos llenamos de un respetuoso temor, y sentimos que los ojos se humedecían y no podían contener 'algunas. lágrimas... " (Cuaderno I, p. 2.) El día 9 de enero se embarcó nuestro misionero con el . Padre Julián de Hernani y otros compañeros suyos en Civltavecchia. En Liorna se les agregaron algunos más. Y todos arribaron a Marsella el día 12. Inmediatamente se trasladaron al convento de Capuchinos, donde fueron muy caritativamente recibidos por el Padre Guardián, Fray Car– los- .P.e Bramousse, ql\e los atendió con exquisita cortesía durante los doce días que permanecieron allí. Habíanse reunido cuarenta y nueve. No habiendo espacio suficiente para dormitorio en un convento angosto, en que se estaban realizando algunas reformas, hubieron de acomodarse hasta seis y ocho en un aposento, improvisando fácilmente camas de estilo capuchino con tablas y jergones de paja. Algunos se aposentaban durante la noche en casas de fa– milias españolas y en la del Sr. Cura Rector de la iglesia de Santa Marta. Al día siguiente el periódico Írancés «La Gazette du Midi» publicó un artículo comunicando la llegada de los misioneros Capuchinos y exhortando a los católicos a con– tribuir con sus limosnas en especie al mantenimiento de· aquellos religiosos, que carecían de recursos, ya que pro– fesaban una Regla que les imponía la más absoluta po– breza. El mismo día comenzaron a llegar a la portería del convento cestos repletos de toda clase de comestibles, du– rando esta generosidad de los buenos marselleses hasta el día que se embarcaron los misioneros. El día lB se reunieron todos · los misioneros en la bi– blioteca del mismo convento, convocados por el Comisio– nad'o del Gobierno de Venezuela Sr. Alegría. Les dirigió-
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