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52 El Padre Esteban de AdÓain Venezuela, ¿sería un Estado ¡independiente? ¿Formaría: parte de una gran federación, unida con otros países? He aquí otra fuente · de disturbios y desavenencias. A favor de las divisiones, aparecieron partidas realis– tas en 1827, que lucharon por recuperar lo perdido. Pero· fueron derrotadas. En 1830 el .Congreso de Venezuela», reunido en Va-· lencia, redactó una Constitución, que estuvo vigente más de un cuarto de siglo. Los Obispos se negaron a jurarla. y fueron desterrados. Dos años más tarde, decretó la liber– tad de cultos. Los partidarios de la unión con Colombia, que incluso habían acariciado la idea de formar un gran imperio, con. Bolívar por único soberano, escogieron por jefe a D. José Tadeo Monagas; pero a la muerte de Bolívar (diciembre de 18301, quedaron desconcertados. Entonces D. José Antonio Páez fué elegido Presidente Constitucional. En 1834 al subir a la presidencia de la república do~ José Vargas, registráronse nuevas trastornos políticos y mi– litares. Por renuncia de Vargas alcanzó ia presidencia Sou– blette, hasta que en 1839 fué sustituído por don Antonio Paez que se preocupó sinceramente de la prosperidad de su patr¡a. Durante tan largo tiempo de revoluciones, guerras, des– órdenes v sublevaciones, se abrió vía libre a la inmorali– dad y a ·la ignorancia religiosa. La civilización había retrocedido varios siglos. Las per– sonas sensatas y los mismos gobernantes, al contemplar a su Patria, quedaron aterrados. Y se pensó seriamente en el remedio. En 1841 , siendo aún Presidente el citado D. José An– tonio Páez, fué presentada a ambas Cámaras u,na Memoria acerca de la necesidad de atender a la regeneración espi– ritual del país y de reorganizar las Misiones. Agradó el plan, y en 28 de abril se acordó autorizar al Poder Ejecutivo para promover . la reducción y civilización de los indígenas. Este determinó en 19 de agosto enviar a Europa al Doctor D. José Manuel Alegría, sacerdote, sena– dor de la República, para que contratase a . treinta misio– neros españoles Capuchinos, y hasta cien sacerdotes secu– lares o regulares. Era muy natural que el Gobierno pensara en la Orden

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