BCCAP000000000000130ELEC

El Padre Adaain y la expedición de Misioneras 49 nos preparados que los demás. Pero esto no extrañará al que recuerde que el Siervo de Dios había sido enviado con bastante frecuencia a servir Parroquias durante sus estudios. Además no se podía exigir durante su carrera al Padre Adoain tanta soltura de lengua y tanta facilidad de exprésión como a sus compañeros, ya que en su infancia apenas había conocido el habla castellana. Su capacidad intelectual se mostró después muy aven– tajada, como lo prueba el hecho de haber predicado con corrección y fruto en Italia, sin más tiempo que unos me– ses para posesionarse del idioma del país. Lo prueban sus Diarios, en que se leen descripciones interesantísimas del territorio del Apure y de otrós asuntos; lo prueba el hecho de haber improvisado con éxito muchos sermones, cuando inopinadamente .se veía precisado a prolongar algunas mi– siones hasta dos meses. Un talento mediocre no hubiera gobernado varias Comunidades simultáneamente con el acierto con que gobernó el Padre Adoain, sin estridencias, sin ruidos, sin disgustos. Y habla muy elocuentemente a favor del talento del Siervo de Dios, el hecho de haber ob– tenido el' título de Predicador, que no se concedía sino a muy pocos sacerdotes entre los Capuchinos de España en aquel tiempo, porque no todos se aventuraban a sufrir un examen de reválida de toda la carrera. Digamos ·de una vez: el Padre Adoain era un hombre cortado para apóstol. Pero, ¿a qué países le destinaba la Divina Providencia? ¿Se cumplirán l~s sueños proféticos de los días de su noviciado? ¿Se contemplará a sí mismo ro– deado de indios, o llevando un negro salvaje sobre sus espaldas? Vamos a verlo. Corría el año 1842. El Padre Adoain se hallaba en Ita– lia, como dijimos. Había cumplido los 33 años de edad. A mediados de marzo llegó a sus manos una carta-circular del Reverendísimo Padre Fermín de Alcaraz, Comisario .Apostólico .de los Capuchinos españoles, exponiéndole la necesidad de misioneros en países de infieles, e interrogán– dole si estaba dispuesto a atravesar el mar. Copiemos las palabras del mismo Padre Adoain, que nos declara sus impresiones ante aquella invitación: «Aun– que el Padre Comisario Apostólico nos decía solamente que quería saber si nos hallábamos con vocación de mi– sioneros y no nos indicaba para qué país, y sí solamente

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz