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El Padre Adaain y la expedición de Misioneros 47 <le algunos Santos de su devoción: San Francisco de Asís, sun José, San Miguel Arcángel, etc. Solía llevm un cilicio de unos diez centímetros de an– -cho, que le rodeaba toda la cintura (1). Nunca, ni en tiempo de riguroso invierno, usó otras pren– das de vestir que el hábito, pobre y raído, ni otro calzado que las sandalias. Su lecho era lo que los Capuchinos de aquel tiempo }]amaban tarima; tres tablas de un palmo de anchura, usan– do una sola manta para cubrirse. Lcr almohada era ordi– ·nariamente de paja, y a veces un tronco cubierto con un pedazo de sayal. Así lo afirmaron con juramento varios -testigos de vista en el proceso informcrtivo incoado en orden a su Beatificación, entre ellos Fray Antonio de Pamplona. Cuando se alojaba en casas de seglares, se acostaba so– ·bre un sofá, o en el suelo, o bien descansaba sentado en una silla, como se comprobó en Navascués, Lumbier, Mu– -rieta y otros pueblos. Sin embargo, aunque austero consigo, mostrábase afa– .ble e indulgente con los demás. Nunca se le vió enojado, -desdeñoso o tristón. Su gravedad era dulce e inspiraba con– iianza. Cuando, siendo Superior, oía voces de religiosos que hablaban en algún tránsito del convento, salía de la celda y pasaba por cerca de ellos con las manos en las mangas, ·los ojos clavados en el suelo; y sin decir palabra, regre– saba al aposento. Si en alguna ocasión debía corregir dis– tracciones o descuidos de religiosos jóvenes, no siendo en acto de Comunidad, exclamaba sonriente: ¡Zoquete, zoquete! "Exclamación muy usada en Navarra, y que es sinónimo de infeliz. Y lo decía en tal forma, que no hería el amor pro– pio del reprendido. El mismo adjetivo se aplicaba a sí mis– ·mo, golpeándose la frente con la mane, cuando sufría al– guna equivocación. El Padre Saturnino de Artajona, que predicó misiones con el Siervo de Dios durante cuatro años, afirmaba que ·tenía conversación muy agradable y amena; y que refería con mucha gracia episodios de sus misiones de -América, con los cuales entretenía a las familias en cuya casa se hospedc;ba. (1) Declaraciones del Padre Martín de San Martín de Pro– vensals, a quien inten·ogamos en 1924, como a otros testigos pre– ~senciales.

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