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-----------'A-"p-o"-t'-'e'-'o'-'s-"is:__::del egregio apóstol 493 meros en elogiarle con entusiasmo y calificarle como santo. Por los años 1897 el que estci escribe vivía en el con– vento de Capuchinos de Pamplona. Tuvo entonces ocasión de tratar con algunos Padres que habían sido condiscípu– los del Siervo de Dios. No hablaban de él sino con suma· venmación. Reuníanse frecuentemente en una habitación que llamaban calefactorio; y allí conservaban un retrato del Padre Esteban colocado en la pared con un buen marco; y mostrándolo a los jóvenes, les exhortaban a imitarle en. su virtud y en su celo extraordinario. A este tenor pudiéramos ir multiplicando testimonios de personas de 1 mayor excepción, que cuanto más trataron al Siervo de Dios, más alto concepto !~vieron de su santidad.

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