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Apoteosis del egregio apóstol 491 huesos del Siervo de Dios. (l) Conservamos otros huesos y también el Crucifijo que usó el Padre Esteban durante sus largos años de apostolado; la alforja que le servía de maleta en sus viajes; un lapicero; una cartera muy rústica; el estandarte de la Divina Pastora; una ramita de romero · que estuvo en contacto con el venerando cadáver del Siervo de Dios cuando estaba expuesto en el ataud durante los funerales; el librito que contiene la Regla y Constituciones, y que solía llevar consigo, etc. La conservación de gran número de cartas, de sus Apuntes de Misiones y de sus sermones, es una demostra– ción del nran concepto que se ha tenido siempre de su vir– tud extraordinaria y de la fama de su santidad. Lo mismo que de sus reliquias, puede decirse de stis retratos y estampas. Existe un buen número de cuadros al óleo no solo en nuestros conventos, sino en casas de se– glares. Hemos visto los de Antequera, Bayona, Alsasua, Sanlúcar, Lecároz, Pamplona y el que poseía el señor Conde de Aldama. El que existe en el recibidor del convento de Capuchinos de Sevilla mide 2'63 por 1'93 metros con un precioso marco de dieciocho centímetros de ancho. Es un hermoso lienzo que representa al venerable Padre en ac– titud de preqicar a una muchedumbre que le rodea y le escucha arrodillada. Desde 1924 se han hecho en Navarra varios cuadros al óleo. Por los años 1892 fueron distribuídas con profusión por España unas estampas grabadas en Roma, reproducción del ·cuadro que hemos descrito. Más recientemente fueron editadas en Pamplona cincuenta mil hojitas con el busto del Siervo de Dios, para satisfacer la devoción de los fieles que lo invocan constantemente, obteniendo por su interce– sión señaladísimos favores, algunos de carácter prodigioso. Posteriormente se han editado en Pamplona mismo algunas series de estampas. A raíz de su muerte varios Boletines Eclesiásticos de diversas diócesis publicaron amplias necrologías muy en– comiásticas. Y años después, fueron apareciendo en Revis– tas católicas, biografías y elogios del nunca olvidado Padre (1) Le fué regalada en 31 Julio 1920 al P. Zacarías de Gu– lina, por el Padre Luis de Valencina, Guardián de Sanlúcar de Ba– rrameda.
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