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484 El Padre Esteban de Adoain que su bendita alma voló a las manos de su Creador•. {l)· Esta declaración del Hermano Antonio de Antequera, contiene un extremo que no debemos dejar sin un brevé comentario. Son dos los testigos que vieron brotar resplan– dores del rostro del Venerable Padre Esteban durante la hora de meditación. En la observu:ción de tan extraordinario fenómeno, ·no pudo haber engaño o ilusión posible. La ha– bitación estaba oscura. Por la puerta entraba escasísima · luz y no directl'X, la cual no era suficiente para producir resplandores o reflejos. No existía espejo o cristal que pro– yectase la luz sobre el rostro del Venerable enfermo. Y si se proyectara, el mismo Padre Esteban la hubiese esqui– vado, ya que prefería la oscuridad, obligando por lo mismo· a cerrar los ventanillos. Además, el resplandor era más. vivo en el rostro que· a distancia de él. No afirmamos la. exiEtencia de un milagro; nos concretamos a consignar un hecho. Copiamos ahora la declaración de otro Hermano, Fray Bernardo de Feria, que alternaba en la asistencia del egre– gio enfermo: «Como enfermero que fuí del Siervo de Dios testifico que no abría sus labios p~ra quejarse. Fué tanta: su fervor y tal su fortaleza, que en la madrugada del seis de octubre, 24 horas antes de expirar, nos descuidamos los. dos enfermeros que éramos· y se echó de la cama y se fué· al presbiterio y se puso a orar de rodillas con los brazos en cruz. No recuerdo hasta qué día iba al presbiterio para: comulgar, porque los últimos días de su vida el Padre Guar, dián y los otros religiosos cuidabun para que no se echase de la cama. Recuerdo de dos o tres veces que fué a orar al presbiterio; pero la que más llamó la atención fué la que dije de la madrugada del día seis y serían las cuatro de la mañana. Todo era en él edificantísimo; pero esta a c; ción de estar de rodillas y en cruz siendo semi-cadáver, me. movía a echarme a tierra y confundirme. •Se portaba durante la enfermedad como un gran santo, estrechando entre sus manos fuertemente la imagen de Jesús Crucificado. Mientras pudo, le besaba los pies; y cuando no podía, tenía los ojos fijos en él, y así murió pro– nunciando jaculatorias mientras pudo mover los labios.. (1) Declar ación qu~ oimos de sus labi~s y que prestó ante el Tribunal de Barcelona. Archivo del Vice-Postulador, Carpet a VII. número l.

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