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El ocaso 481 Al regre·sar a Sanlúcar; era un cadáver ambulante: Los religiosos, al verlo, quedaron muy impresionados. El piadoso caballero Don Andrés de Hoyos Limón, lo llevó a Antequera en el mes de Agosto, para ver si con el aire puro y fresco de la montaña experimentaba algún alivio. Pero habiendo sufrido grave recaída, manifestó deseos de regresar a Sanlúcar, porque quería morir en el convento a cuya familia pertenecía oficialmente. « Vímosle llegar demacrado, con semblante cadavérico, cual si la muerte hubiera clavado ya en él su garra des– tructora. Todos comprendimos que aquel anciano venerable con su barba de nieve, su modestia de ángel, su corazón de niño y su cuErpo erguido como figura bíblica, no podía durar mucho tiempo entre los vivos a causa de la dolencia que lo minaba•. Así se expresa el Padre Valencina que se hallaba entonces en el Noviciado de Sanlúcar. (!) Inmediatamente fué acomodado el Padre Esteban en una de las celdas destinadas a huéspedes, sin duda por ser más amplia y de buena ventana. Estaba situada en la plan– ta baja del -convento, muy próxima a la portería y separada del coro bG.jo y del presbiterio por un tránsito relativamente largo. Aceptó el venerable enfermo aquel aposento; pero quiso que su lecho fuese una dura tarima cubierta solo con una ligerísima colchoneta y no permitió variarla ni aun por prescripción facultativa. (2) Con frecuencia abandonaba la tarima y con paso va– cilante se trasladaba al coro o al presbiterio. •Uno de los días, que haciendo esfuerzos inverosímiles, marchaba con planta insegura y apoyándose en la pared, como fuera amonestado por alguien haciéndole presente que se exponía a una caída de gravísimas consecuencias, contestó: .Me he agarrado a la vara de San José y al cordón de San Francisco, y que hagan de mí lo que quieran. Fíat voluntas tua•. (3) Consiguió por favor que le permitieran comulgar en el (1) Informe dirigido a! P. Ildefonso de Ciáurriz en 1910. Al·– chivo del Vicepostulador, Carpeta XI, n. 31. · (2) Lo consignó así un médico Dr. J .· Rocafull, que le asistió. Véase «Siglo Futuro», número de 16 Octubre 1880 y «El Mensajero Seráfico» Tomo JI, Año 1885, pág. 232. Y así nos lo atestiguaron los dos Hermanos que le sirvieron de enfermeros. ( 3 ) Doctor Rocafull. !bid. 31

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