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El ocaso 477 y muy ejemplar, sufría una tentación carnal. de la que se vió molestadísimo durante muchos días. El infeliz Hermano no osaba descubrírsela a nadie. El Padre Esteban, que rara vez salía a pasear por el campo, buscó un día a media tarde al referido Hermano y le invitó a que le acompañase a paseo. Salieron ambos por el camino que conduce a Chi– piona. Cuando hacía como quince minutos que habían sa– lido del convento, el Padre Esteban interrumpió la conver– sación y exclamó mirando a Fray Juan: .¡Hermano!. ¿qué le pasa a su alma? ¿Por qué hace caso de esos pensamien– tos? ... • Y poniéndole la mano sobre la cabeza, le dijo afa– blemente: .¡No se turbe por nada de eso... Levante el co– razón a Dios co,;:t confianza!. .. » Desde aquel momenio se desvaneció la tentación y ya no volvió el Hermano a ser más molestado de ella. Esto le fué referido por el mismo Fray Juan de Cañamás a Fray Buenaventura de 4lcira, de cuyos labios oímos la historia. Siendo aun muy joven el Padre Estanislao de Reus, hubo de predicar uno de los sermones del novenario de la Divina Pastora en la iglesia del mismo . Convento de Sanlúcar. El Padre Esteban solía celebrar el •novenario con extraordinaria solemnidad. Asistía entonces lo más grana– do y selecto de la ciudad de Sanlúcar, siendo los cultos concurrídisimos. Como acontece con todo predicador joven, el Padre Reus subió al púlpito con cierto temor mezclado de ilusión. Mas no debió resultarle su oración sagrada con la elocuen-· cia y soltura que .deseaba y se había propuesto; _porque desde el púlpito se dirigió presurosamente a su celda, presa del desaliento y vergüenza, sin atreverse a comparecer ante los eclesiásticos y caballeros que entraron en la sacris– tía. Y oculto en su celda, pensaba en sus adentros: cPara sufrir fracasos como éste, no subo más al púlpito; no valgo para predicar... » Cuando se sentía más afligido, he aquí que llaman en la puerta de la celda. El buen Padre Reus experimentó gran contrariedad. El que llamaba era el Padre Esteban, quien luego de abrir la puerta, exclamó: .¿Por qué esos desalien– tos? Su paternidad vale para predicar y predicará con mu– cho fruto». Gran sorpresa experimentó el joven predicador al ver que el Padre Esteban había penetrado su espíritu y descu-

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