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CAPITULO XLVI EL OCASO (1880) EL PADRE ESTEBAN ENTRE SUS SUBD!TOS.-C.~SOS PROD!GIOSOS.- VICT!M'I. Y>E LA OBEDIENCIA.--SU ULTIMA ENFERMEDAD.- FERVORES EUCARISTICOS.– HF.RO! CID.~D DEL MORIBUNDO.- RESPLANDORES MISTERIOSOS.- TESTIMONIO DE LOS ENFERMEROS.- LA MUERTE DEL JUSTO. A UNQUE hemos visto a nuestro misionero moverse du– rante este tiempo tan rápidamente por todas las pro, vincias de España para atender a la empresa de la restau· ración de la Orden, su residencia habitual era el convento de Sanlúcar de Barrameda, excepto dos r.neses y medio, Febrero, Marzo y Abril de 1880, que vivió en Lucena a l frente de las obras de a quel convento. La presencia de este insigne varón aureolado con tan· tísimos años de prodigioso apostolado y de austera peniten· cia, era en aquella Casa un tónico para los espíritus. Según nos han referido los frailes que vivieron con él, la caridad y respeto con que trataba a sus súbditos atraía los cora· zones hacia la virtud. Brota ba de su persona un suave aro· ma de espiritua lismo, que ejercía poderosa influencia sobre los ·que le rodeaban. · · El más grande de los sacrificios que nos hubiera pe· dido nuestro buen Pa dre Esteban, lo hubiéramos hecho sin vacilar• nos decían algunos religiosos del convento de Sanlúcar. Citaremos varios casos que pregonan la delicadeza de su caridad. Los oímos referir como verdaderos prodigios. Un Hermano lego Fray Juan de Cañamás, muy sencillo

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