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42 El Padre Esteban de Adoain de una de las más cruentas luchas que ha conocido Es– paña. Los pocos Capuchinos que vivían en los hospicios de Bértiz, Arbeiza y Azcoitia, perdida toda esperanza, se dis– persaron, separándose para siempre. Así cayó azotado por el huracán de la revolución el hermoso árbol seráfico de· la provincia de Navarra-Cantabria... ¡Año 1839!. .. El Padre Adoain no quiso refugiarse entre sus fami– liares; y huyó a Italia, guiado del deseo de vestir el hábito y vivir en el ejercicio de la observancia regular de la vida Capuchina. ¿Por qué no se quedó en alguno de los conventos de Francia, próximos a España? Ignoramos si lo intentó. Lo más probable es que éste fuera su primer deseo. Pero en Francia no le era fácil 'vivir vestido del santo hábito. El rey Luis Felipe, se veía precisado a dar gusto a los revolu– cionarios, permitiendo o tolerando las vejaciones con que se molestaba a los religiosos emigrados de España. Así lo afirma el Padre Ugar en su autobiografía (1). Y así lo afir– mó el Rmo. P. Fermín de Alcaraz, Comisario Apostólico de los Capuchinos españoles, quien en su carta dirigida desde Roma al Padre Angel de Pamplona residente en Ustáriz, le decía en 1842: •Los religiosos españoles que están en el convento de Marsella no se sabe si son eclesiásticos o secu– lares o Capuchinos o mixtos» (2). La realidad es que los mismos religiosos franceses los miraban con sumo recelo y los hacían objeto de arbitrariedades absurdas y de ex– travagancias y caprichos incalificables. En Francia hubiera encontrado amigos y compañeros entre los numerosos emigrados que allí había, en medio de los cuales hubiera sido menos amargo el destierro. Pero su vocación era de Capuchino y sentía inquietud por vestir el hábito y practicar tranquilamente la observancia re– gular. En Italia fué destinado al convento de Senigallia por el Rmo. P. Comisario Apostólico de los Capuchinos españoles. No quiso permanecer ocioso allí. Se entregó al estudio (1) Mensajero Seráfico, tomo II, p. 323. Madrid, 1885. (2) Memorias Históricas y Observaciones, del Padre Angel de Pamplona. Libro inédito, pág. 35. Archivo del Vice-Postulador, carpeta V, n. 11. •

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