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La Revolución en España . El Padre Adoain a Italia 41 presión pudo comenzar nuestro Padre Adoain el curso de Teología Moral en Tudela mismo. Pero llegó la hora fatal. Los religiosos hubieron de salir del convento, arrojados de él violentamente, por el único delito de haber vivido en– tregados al estudio y a la oración. Hubo de despojarse del santo hábito, se afeitó la barba, se dejó crecer el cabello. Cada cual tenía señalado el lugar donde debía refugiarse. Los religiosos de más edad, se dirigieron a los pueblos de sus familiares, o a las residencias de Arbeiza y de Az– coitia, pueblos que se hallaban bajo el pleno dominio car– lista. Los más jóvenes emprendieron el viaje de dos en dos hacia el valle de Baztán, para hospedarse en la finca de Bértiz. La pesadumbre y la tristeza que experimentó el Padre Adoain le ocasionaron una grave enfermedad. que le duró cerca de dos meses. Sin duda para que atendiese a su convalecencia, fué enviado para unos días a Irurozqui. donde se hallaba, según consta, a mediados del mes de marzo de 1837. Terminado el curso del primer año de Teología Moral en el mes de agosto, fué nombrado regente de la parro– quia del citado pueblo de Irurozqui, continuando sus es– tudios tranquilamente en aquel rincón de la bendita mon– taña de Navarra, a donde no llegaban las noticias de los disturbios que conturbaban a otros países. A fines de sep– tiembre del siguiente año regresó a Baztán. Hizo su viaje a pie, ganando la frontera por Volcarlos y dirigiéndose por Dancharinea a Bértiz, donde sufrió el examen de segundo curso de Moral. Durante el año 1839, sirvió desde Bértiz la parroquia de Ciga. Cuatro partidas tiene escritas y firmadas en los libros parroquiales, que corresponden al mes de marzo, de <Igosto y a los días 4 y 13 de septiembre. Los religiosos esperaban con viva ansiedad el fin de la guerra. El triunfo de Don Carlos suponía para ellos, la reintegración a sus conventos y al ejercicio de todos sus derechos. ¡A qué graves decepciones está expuesto el que confía en los hombres! La notoria división surgida entre los per– sonajes carlistas, el fusilamiento, por Marola, de los con– sejeros de Don Carlos, y finalmente el Convenio de Ver– "}ara, de 31 de agosto de 1839 fué un epílogo muy prosaico

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