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456 El Padre Esteban de Adooin confesión. Era necesario recoger la mies que se presentaba y hubo que prolongar la misión hasta el día cinco...• Con lo consignado por el Cronista concuerdan las ma– nifestaciones que oímos al Padre Artajona, testigo presen– cial. Fué tal el clamor del público, fueron tales los aves de arrepentimiento y tantas las instancias de los que pedÍan confesión, que nuestro misionero resolvió quedarse en la villa indefinidamente, hasta terminar la gran faena que se presentaba. Toda aquella tarde y tres días más estuvieron los dos Padres y seis Sacerdotes· oyendo confesiones sin descanso. ¡Con qué rendimiento y cuán agradecido daba el Padre Esteban gracias a la celestial Pastora de las Almas! El día seis salieron de Lora los dos misioneros seguidos de toda la población, que les ac::Jmpañó hasta el río Gua– dalquivir. Pasado el río en una barca, todavía continuaron numerosos grupos de hombres caminando con los dos mi– sioneros, a pesar del pésimo estado del camino. En la vi· lla de Campana descansaron un rato y continuaron su mar– cha en dirección a Fuentes. Si el Padre Esteban pudiera vivir con salud diez 'años más, al calor de su celo apostólico se operaría el resur· gimiento espiritual de toda Andalucisr y quizá de toda Es· paña. Pero el incansable apóstol se hallaba en su ocaso. Va a predicar misión en Fuentes. Y en la villa de Fuentes re– verberó el último destello de aquel astro fulgurante de celo apostólico. _ .E] día seis salimos de Lora por la mañana en medio de un gran concurso, escribe él mismo. En la villa de Cam– pana descansamos un rato y llegamos a Fuentes como a las cuatro. El clero, el Ayuntamiento y la villa toda salie– ron a recibir a la santa misión, y en medio de vivas y cam– paneo incesante entramos en aqueila hermosa y espaciosa iglesia. La misma noche se dió principio a la santa misión y la concurrencia fué grandísima. Esta fué aumentándose cada día con las gentes que llegaban de los cortijos. El Padre Saturnino hacía la explicación de catecismo a los niños y casi todo el pueblo concurría. El día diez caí con calenturas; pero el Padre Saturnino siguió la misión con in– decible aplauso del clero y de toda la villa. En casa del virtuoso don José León estuve bien asistido. El nueve de Marzo vine al convento... » (1). (1) Cuaderno IV, pág. 19 de la copia.
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