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40 El Padre Esteban de Adoain o menor tolerancia de la autoridad local, y aun del vecin– dario mismo. Así se explica que fueran cerradas unas ca– sas religiosas, mientras otras continuaban abiertas. El día 17 de mayo de 1836 se hallaba nuestro Padre Esteban en Irurozqui. donde ofició de preste en unos fune– rales. Diríase que hizo el viaje de despedida; porque consta que dieciocho días más tarde formaba parte de la Comu– nidad de Tudela, juntamente con sus condiscípulos. Inopi– nado y forzoso debió ser este traslado. Inopinado, porque aún no se había terminado el curso, que, según era cos– tumbre de la Orden, debía durar hasta agosto. Forzoso, porq~e el traslado significaba abandono de un refugio se– guro, para ir a lugar de mayor peligro. ¿Obedeció a la temprana muerte del Padre Manuel de Pasajes? Parece esto lo más cierto. Con fecha 25 de mayo el R. P. José de Los Arcos, Vi– cario Provincial, dirigió un oficio al P. Bernardo de Fitero, Ex Lector de Teología, residente en Tudela, y le ordenó que, por amenazar para fecha próxima la exclaustración de los Capuchinos de Navarra, y no pudiendo él trasladarse a Tudela por razón de las circunstancias, procediese a exami– nar a los estudiantes del curso de Teología y Oratoria, cuyo Lector había sido el Padre Pasajes, siéndolo en la actualidad el Padre Antonio de Cervera. En virtud de esta orden, el Padre Esteban de Adoain y sus condiscípulos fueron examinados durante los días lL 12, 13 y 14 de junio siguiente. Esta · precaución no debió sorprender a nuestro Padre Esteban, pues no ignoraba que en el mes de marzo se había publ.icado un decreto, en virtud del cual todos los religiosos sin excepción debían abandonar sus conventos, señalándoseles una pensión vitalicia a los que no pudiesen obtener algún beneficio eclesiástico o algún empleo. La pensión era ridícula. Podía pagarse con pocos ejemplares de la más mínima fracción de la moneda. El decreto se cumpliría esta vez en Navarra; era de temer que al disponer el Gobierno español la remoción de todos los militares de antecedentes conservadores, el go– bernador jefe de la plaza de Pamplona se dispondría a proceder con energía inexorable en toda la provincia. Día por día esperaban los pobres frailes, con la zazo-. bra que se deja entender, una orden terrible. Bajo esta im-

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