BCCAP000000000000130ELEC

Hacia la restauración de la Orden 451 rogándole se dignase exonerarle de su cargo de Guardián: .Sabe vuestra Rma que un Prelado no puede ni debe estar tanto tiempo ausente de su comunidad, máxime cuando es– te vacío pueden llenarlo otros más dignos. Por tanto, con todo mi corazón renuncio a la prelacía, tanto para la tran– quilidad de mi alma, como para la paz de la familia. Digo la paz de la familia, porque yo me conozco que no sirvo pa– ra Prelado. Un prelado debe tener inteligencia en las cosas interiores y exteriores del convento, como huerta, cocina, refectorio, librería, ropería, etc. Y yo no entiendo nada de esto. Ya en otra carta le decía a vuestra Rma que el lla– mado para aquí es el Padre Castejón, inteligente en todo, obediente, querido de toda la familia. »Si se abre otro convento también tendrá vuestra Re– verendísima otro de quien echar mano. Por amor de Nuestro Señor Jesucristo, de la Divina Pastora y de San Francisco nuestro Padre le pido que me exima de la prelacía y me deje predicar misiones hasta que Dios Nuestro Señor quiera. Tengo una carta de nuestro Rm. 0 Padre General en que me dice: · Sigue predicando misiones hasta la muerte•. Dios Nuestro Señor me ha dado robustez y voluntad para sobre– llevar las tareas apostólicas; y es lo que por último pido a vuestra Rrn .a si así conviene para la gloria de Dios, bien de las almas y honra de mi Religión y salvación de mi al– ma... » (!) No le fué concedido entonces tan gran favor por el Rmo. Padre Llerena. Pero el treinta y uno de Octubre de 1878 le aceptó la dimisión proporcionándole el mayor re– gocijo. Y aquel mismo día el P. Esteban comunicó la buena noticia a su hermano diciéndole: ·El Padre Comisario que es el Superior de todos, me ha exonerado del oficio de Guardián para poder salir a misiones que de todas partes las piden; y siendo Guardián no podría salir sino por al– gunos días. Doy infinitas gracias a Dios Nuestro Señor y a mi Madre la Santísima Virgen de que me ha yan librado de tal carga... » (2). Ya Ee ve que nuestro Padre Esteban no renunciaba a su cargo por pura fórmula. Era misionero y se sentía lla– mado por Dios para serlo hasta la muerte. (1) Archivo del V. Postulador , Carpeta VI, n. 43. (2) Ibid. n. 50.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz