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446 El Padre Esteban de Adaain a un hierro de la nave y luego se vió flotar al Padre Cas– tejón. Aquél no perdió la serenidad. En cuanto sacó la ca– beza del agua, dijo a su compañero: ¡Padre Pedro, aun vi– vimos, y aun hemos de hacer guerra al diablo! Mientras ambos estaban asidos al barco, un marinero llamado José Odero, se lanzó al agua y pudo salvar al Padre Castejón y agarrando luego al Padre Esteban por la barba, lo arrastró hacia el muelle. El Padre Pedro, religioso muy sensato y de suma prudencia, solía referir este lance, a se-– gurando que el haberse salvado era un milagro debido a los méritos del Padre Esteban. El piadoso caballero D. Andrés Limón, que se hallaba presente, premió al marino su caritativo rasgo, poniéndole en la mano una moneda de oro. El mismo D. Andrés y otras personas viendo a los reli– giosos con las ropas tan empapadas en agua, aconsejában– les que aplazasen su proyectado viaje, para mudarse inme– d iatamente la ropa. Mas el Padre Esteban lo rehusó,, as.e– gurando con firmeza que Dios protegería a sus misioneros. Y emprendieron el viaje, dejando a todos muy edificados de su espíritu de sacrificio y abnegación. No sufrieron el más leve catarro. El empeño que el Padre Esteban tenía por embarcarse, obedecía al compromiso de predicar en Antequera algunos s ermones de la Novena de la Divina Pastora, que comen– zaba el mismo día veintiseis. Nuestro venerable misionero no reposaba mientras no viera establecida una nueva comunidad en Sanlúcar y un Noviciado que fuera seminario de predicadores de misiones. El día treinta de Noviembre (1877) vió cumplido su dorado sueño. Oigamos cómo refiere la fiesta de inauguración en carta a su hermano (!). •El día veintisiete del pasado mes (de Noviembre) salí de Antequera con cinco religiosos para la fundación de aquí. Pasamos la noche en Sevilla; y el veintiocho llegarnos por el río Guadalquivir al puertode Bonanza, donde nos espe– raban el Clero y el Ayuntamiento. Entramos en los coches; y al sonido de todas las campanas de las iglesias, entre cohetes y vivas, pasamos toda la ciudad que timía enga- (1 ) Carta de 20 de Diciembr e d€ 1877. Carp. VIII, 24.

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