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Hacia la restauración de la Orden 445 so. XII y a Cánovas del Castillo (!). Más tarde trabajó por restaurar, otros conventos, como diremos en su lugar. No atendía menos nuestro buen Padre Esteban a la for" mación de misioneros.· · •Viniendo de Bayona el Padre Ambrosio podemos for– mar un plan más vasto, escribía al Padre Comisario. Dos jóven~s (que aquí hay) se ordenarán pronto; y como ya han estudiado con aprovechamiento, pueden hacer las doctrinas de la misión. Por Noviembre profesarán dos Sacerdotes que tienen toda la carrera y según dicen de Bayona, son muy capaces y ejémplares. En tal caso vuestra Reverendísima les puede autorizar para que al menos hagan las doctrinas y entonces podremos formar dos parejas de misioneros, una con el Padre Ambrosio y otra con el Padre Pedro de Caste– jón para estas Andalucías. Y puesto que de Navarra piden los pueblos que vuelvan las misiones Capuchinas, iremos allá el Padre Saturnino de Artajona y yo. Y este será un medio para rescatar el convento de Pamplona. Este es em: peño de Navarra. Para que yo pueda salir por largo tiempo. puede Vuestra Reverendísima nombrar Guardián para aquí a cualquiera de los Padres Ambrosio o Pedro; y en mi con– cepto más bien al Padre Pedro» (2). El día veintitrés de Septiembre terminó nuestro misio– nero el Septenario predicado en Sanlúcar dando la Bendi– ción Papal a un concurso numeroso cual no se había cono– cido otros años. El día veintiseis al embarcarse en el puerto de Bonanza para trasladarse a Sevilla, ocurrió un incidente, que pudo tener fatales consecuencias. Para pasar del muelle a la nave, que era el vaporcillo •Victoria» los marineros habían colócado una plancha de hierro. No pocos viajeros salvaron la pasarela y ganaron el vapor. Cuando el Padre Esteban y el Padre Pedro de Gas– tejón se hallaban sobre ella, cayó la plancha súbitamente, cayendo también los dos religiosos, los cuales desaparecie– ron en. el agua. Muchos creyeron que los desgraciados pe– recerían sin remedio, porque la marea era muy alta y mucha la profundidad. Los Hábitos quedaron empapados, lo cual hacía difícil su salvamento. Ninguno de los dos náufragos sabía nadar. A los "pocos instantes, apareció el Padre Esteban asido· (1) Carta al P. Manuel de Murieta escrita por el P. Adoain, 14 J uy,io 1877. (2) Carta de 19 de Agosto de 1877. Carp eta VI, n. 42..

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