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4.:__:_4_:_4______.:.E:.:.I_:_P:::odre Esteban de Adooin ·Excelentísimo» en recompensa de un acto sumamente he– róico. Durante la revolución de los cantonales, ocupada la iglesia mayor de Sanlúcar por los revoltosos, que se entre– tenían en dar fuego a los altares, entró don Andrés, abrió el Sagrario, tomó el copón que contenía las sagradas Hos– tias, y, pistola en mano, se abrió paso y logró huir, poniendo en salvo el precioso tesoro. El día dieciocho de Junio (1877) se firmó la Real Orden que autorizaba a los Capuchinos para establtlcer Comunidad en Sanlúcar. Don Andrés Limón no lograba entretanto que– brantar la dureza y codicia del propietario del antiguo con– vento, el cual exigía una cantidad seis veces mayor de la que había invertido para comprarlo en los días de la des– amortización de bienes eclesiásticos. En vista de ello, nues– tro Padre Esteban escribió al señor Conde de Aldama di– ciéndole con fecha treinta del mismo mes: •Habiendo sido usted favorecido por Dios con un gran corazón y con mu– chos bienes de fortuna, es el llamado a comprar el convento y reservándose la propiedad del mismo, ceder el usufructo a los Capuchinos; acción benéfica que le agradecerá la Iglesia, la sociedad y la Orden Cqpuchina, la cual rogará siempre por usted... • _(1). La carta de tan virtuoso misionero valió para el Conde como una inspiración de Dios. El día dieciseis de Septiembre comenzó el Padre Esteban la predicación de un Septenario de la Virgen de los Dolores en la misma ciudad de Sanlúcar. Y el señor Conde aprovechó la presencia del egregio pre– dicador para realizar la compra que tan viva satisfacción causó no solo al Padre Esteban sino a toda la ciudad. Al mismo tiempo realizaba gestiones para rescatar el convento de Sevilla. Ya antes, con fecha veinticuatro de Mayo, terminada la misión de Chipiona, el Padre Esteban pasó por Sevilla y visitó a doña Isabel II y le rogó inter– pusiera su valimiento, favoreciéndole en aquella santa em– presa. Alegróse muchísimo la augusta ex-reina al ver al Padre Esteban; tratándole con reverente llaneza, le aplaudió su deseo y le prometió que hablaría a su hijo don Alfen- (1) Archivo del Vice-Postuladoi', Carpeta VIII, n. 22.

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