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Continúa su apostolado en Navarra 431 1aba con agrado que el misionero se abstenía cuidadosamen– -te de hacer alusiones a asuntos políticos o sucesos bélicos .que habían dejado heridas muy hondas. No es de extrañar que, como leemos en el Boletín Ecle– siástico •apenas comienza el Padre Esteban a hablar con su voz fuerte y vigorosa, ya se capta el respeto y veneración .de sus oyentes; y apenas entona desde el púlpito el Santo Dios, Santo Fuerte se pongan en conmoción las fibras del corazón y contesten todos penetrados de la más viva com– punción.. . » (Ibid). Aquellos muchachotes que parecían de cemento armado, ocupaban la mitad de la amplia iglesia el día de las con– :fesiones de hombres, y llevaban en sus fajas los cuchillos y viejas pistolas para entregarlas o los misioneros. Y el día -de la despedida grita ban ..1 voz en cuello formulando pro– pósitos de reforma de costumbres. El bondadoso párroco €Xclamaba emocionado: •¡Quiera el Cielo que estos pueblos y otrcs que eva ngelicen ton celosos envia dos de Dios, vean -descender sobre sí tan ricos y abundantes frutos de bendi– ción que han recogido mis feligreses!•. (Ibid.) Sabíase que el día 27 a primera hora de la tarde sal– drían los misioneroa de Fa!Ces en dirección a Andosil!o. Y ya desde medio mañana la calle estaba repleta de multitud de gente de todas clases y edades declarando a voces que .no dejarían salir a los misioneros. Muy difícil les fué a éstos ·avanzar y tomar camino entre '=lquel oleaje de gente que ]es acompañó más de cinco kilómetros de distancia. Llevando enhiesto el pendón de la Divincr Pastora, en– traron ambos misioneros en Andosilla al caer la tarde. Es– perábalos el pueblo con viva ansiedad. Al verlos, se le– vantó un clamoreo estruendoso repitiéndose sin cesar los vivas. A la gente de Andosilla habíase agregado la de San Adrián y la de Cárcar. El Párroco don Rufino Oyón, Capuchino exclaustrado, natural de Los Arcos, no podía -contener las lágrimas al abrazar al Padre Esteban, a quien conoció en el convento nntes de la revolución. Las personas de edad que habíqn visto Capuchinos en 'los días de su adolescencia, no apartaban los ojos de aque– llos dos hombres de Dios. •Los pueblos de Cárcar y Son Adrián, escribe el Padre 'Esteban, han acudido todos los días, a pesar del mal tiem– po•. •Antes de comenzar cada día el ejercicio de misión,
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