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Continúa su apastalado en Nav.orra 429 y Ayuntamiento, dando vivas sin cesar, acompañó a los . Padres camino de Tafalla. Según los informes que nos dió el Padre Saturnino, caminaban a pié, hundiéndose en el barro hasta la rodilla; al Padre Esteban se le rompió una correa de una de sus viejas sandalias y hubo de montar en humilde cabalgadura para continuar el viaje. El día veintidós entraron en San Martín de Unx. Su presencia produjo la misma impresión que en Artajona. · Tan pronto corno terminó la lucha fratricida que di · vidía los corazones de nuestra querida patria y muy sin– gularmente de esta nuestra amada Provincia, se inició en esta villa de San Martín el propósito de tener misiones. »El viernes día 22 de Diciembre se presentaron los dos misioneros en esta villa a pié, hospedándose en casa de doña Angela Valencia, que de antemano se la había ofre– cido, asociándose al santo pensamiento. El día 23 dieron principio los ejercicios, a los cuales todos los días concu– rrieron los habitantes de esta villa y mucha parte de los pueblos cornarcanos». Hasta aquí el cronista del Boletín Eclesiástico (1). De– jando ahora los elogios que tributa a los misioneros, referi– remos un detalle que oírnos a un testigo presencial. Una noche, después de terminado el sermón, dirigíase todo el pueblo en procesión, acompañando a los misioneros, hacia la casa de Muruzábal en que éstos debían descansar. Los hombres detuviéronse formando dos líneas cerca de la casa. Dos de ellos, los jóvenes Eladio Barado, que es quien nos refirió el suceso, y Víctor Sagüés, médico éste de la loca– lidad, cambiaron algunas frases comentando la unción y fervor con que acababa de predicar el Padre Esteban. Tras de los hombres venían los misioneros. Al llegar el Siervo de Dios al lugar en que se hallaba Don Víctor Sagüés, se detuvo un instante, se volvió hacia él y le dirigió una mi– rada dulce pero penetrante. Y sin .decir pala bra, continuó su marcha. Víctor Sagüés sintió en su interior un fenómeno inex– plicable, que según afirmaba él. afectaba profundamente a su espíritu; y dirigiéndose a Eladio Barado, hablóle al oído con visibles muestras de fuerte emoción: «¡Este santo (1) !bid.
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