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La Revolución en España. El Padre Adoain a Italia 37 Carlos había entrado en España, púsose al frente de una columna y se dirigió hacia Baztán. Era a la sazón Vicario del convento de Vera el Padre Guillermo de Ugar y presidía la Comunidad por ausencia del Padre Guardián, que se había retirado a Bertizara– na (!). El Padre Ugar tomó una determinación dolorosa, pero necesaria para evitar que los religiosos cayeran en manos del general Rodil: abandonar el convento y ocul– tarse en el bosque, desde luego. ¿Después? La Divina Pro– videncia dispondrá. He aquí cómo refiere sus impresiones el mismo Padre Ugar: «Era a principios de septiembre de 1834, si no me equivoco. El general cristino salió de Pamplona con direc– ción al Baztán. Mi situación era bien triste. Hallábame de Vicario en aquel convento de Vera y Director del Profeso– rio. Joven todavía en aquella triste época, me hallaba solo, por decirlo así. al frente de una numerosa Comunidad, no sin grandes temores. Tan pronto como el general atravesó los puertos, conocimos los religiosos que éramos perdidos. Nuestros temores se realizaron desgraciadamente. »A fin, pues, de que la Comunidad no fuese sorprendida por mi incuria, puse hombres de mi confianza en los puer– tos desde donde podían observarse los movimientos de los cristinos. Aquellos buenos aldeanos cumplieron exacta y fielmente con el encargo que les dí; y gracias a esta dili– gencia que me inspiró el Señor, pudimos salvarnos. De lo contrario todos los religiosos hubiéramos sido víctimas de aquellas furias del averno. »No me acuerdo ahora si fué el 3 ó el 4 del mismo sep– tiembre, cuando crecieron mis temores y los de los demás religiosos. Así fué que la víspera de nuestra salida del con– vento, di orden al Hermano cocinero para que al día si– guiente estuviese preparada la comida a las diez de la ma– ñana. Así se hizo. »Mas tan pronto como dimos principio a la comida, to– caron a rebato la campanilla de la portería. Desde luego, conocimos que eran mis hombres y que nos traían funestas (1) El Padre Ugar tomó el Hábito en Diciembre de 1817. Desde 1839 vivió refugiado en Francia y Bélgica hasta 1842 en que se trasladó a Venezuela, donde trabajó entre indios enantes. Habiendo enfermado, regresó a Europa. Murió en Fuenterrabía en Marzo de 1885.

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