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El Padre Adoain en Navarra 419 Siervo de Dios el aposento, para que pudiera rezar hasta la hora de la cena. Aunque oscureció y pasó largo rato, -el Padre no salía de su habitación. Ya serían cerca de las diez cuando la doméstica de la casa llamó en la puerta. El Padre no contestó ni salió. Entonces el propio D. Miguel se resolvió a abrir la puerta. Pero apenas la hubo abierto, se detuvo por respeto. Vió al Padre Esteban arrodillado orando con los brazos abierto;; en forma de cruz. Contemplóle unos instantes; pero por no interrumpir la oración de tan virtuoso -apóstoL volvió a cerrar la puerta dejándole solo. Cenaron los de casa. Y ya avanzada la noche, se reti– raron a descansar sin atreverse a llamarlo nuevamente. Por lo visto, el Padre nada había oído y de nada se dió cuenta. Al día siguiente muy \ le madrugada fué a la iglésia para celebrar la Santa Misa. Durante el día no hizo la más leve alusión a lo acontecido (l). El día cuatro continuó a pié su camino hacia Irurozqui. Al divisar la sierra de Al– ·dashur que se yergue como si fuera un gigante encargado de custodiar la aldea de Adoain, nuestro buen Padre Este– ban se conmovió. Con los ojos humedecidos por las lágri· mas, se arrodilló y rezó el TE DEUM en acción de gracias, (2) porque después de tantos años de ausencia volvía a ver su tierra. Sentíase poseído de un::r emoción semejante a la que experimentó San Francisco al bendecir a Asís. Cinco días se detuvo en Irurozqui, de donde pasó a Navascués sin visitar Adoain. La causa de no entrar en su pueblo natal fué sin duda el creer que el Sr. Obispo le es– peraba en Navascués. Además su familia había.abandonado la aldea de Adoain hacía varios años para vivir en Iru– rozqui. De las impresiones que dejó .en aquellos pueblos dan testimonio varios vecinos, cuyas declaraciones oímos con interés en el año 1924. Don Hermenegildo Marcuello, sobrino carnal suyo, tes– ·tificó con juramento ante el tribunal de Pamplona los si– guientes detalles: «El Hábito del Padre Esteban era de tela muy basta. Sus sandalias muy viejas. Llevaba la cabeza (1) Declaración de don Teodoro Granada, Párroco de Urrc.z Villa, prestada en 1925. (2) Declaración de su sobrino catnal D. Hermenegi!do Mar– cuello.

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