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414 El Padre Esteban de Adoain Bayona había venido como auxilim del Padre Esteban, pu. so pies en polvorosa, repasó el Bidasoa en una lancha, y se internó en Francia. Nuestro misionero permaneció tran– quilo en su puesto. Y tomando su crucifijo, indagó si su presencia era ne. cesaría en el lugar de la•refriega. (l) Entre tanto el capitán Don Leandro Picabea, joven de veinte años, que acababa de confesarse con el Padre Este– ban, formó a su compañía y corrió con ella hacia Alunda. No tardó en tropezar con dos navarros que venían sin ar– mas, a carrera tendida, en demanda de socorro. Al llegar al teatro de la lucha, encontró Picabea el ca dáver del infortunado Aguirre; y cuando lleno de indig– nación, pensaba castigar al enemigo, halló el campo libre. Los cabreristas habían huído a Irún. El señor Picabea, médi.co más tarde del Hospital de Irún, al referirnos estos interesantes episodios en el mismo caserío de Lastaola, preguntábanos sonriendo: ¿Adivinaría usted qué pecado confesaba yo con el Padre Esteban cuan· do fuímos sorprendidos por el tiroteo? --¿Un pecado nada más confesó usted? -Mejor dicho: dos. Dos graves. Los demás eran de po- ca monta. Nada. Cosas de jóvenes. Algunas noches abando– naba mi posición, alquilaba un jumentillo y me iba a Vera, donde disfrutaba mucho en el baile. Entre tanto mi asis– tente tenía orden de que, si algo ocurría, corriera a caballo a buscarme. El otro pecado es más grave, pero que en tiempo de guerra es más perdonable. Alguna que otra noche descen– día yo sigilosamente con un soldo.do desde mi posición Y llegando hasta las primeras casas de Irún, acechaba con paciencia. Y cuando veía algún liberal que circulaba por la calle o salía del casino o hacía guardia, le apuntaba Y casi siempre causaba alguna baja. - ¿Y qué le dijo el buen Padre a todo esto? (1) El Padre Elceario llamábase en el siglo Pedro M.• de Mata. Nació en Julio de 1841, siendo sus padres D. José, natural de Málaga, C!lrabinero, y doña Josefa de Marcos, natural de Tol?sa. Al ser expulsados los religiosos de Francia en 1880, los capuchmos de Bayona se refugiaron en Fuenterrabía. Mas el P. Elceario aban– donó a sus compañeros y se colocó en San Sebastián. Más tarde se trasladó a Chile con una hermana suya, donde murió, separado de la Orden.
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