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412 El Padre Esteban de Adoain - - - --· Rodeóse pronto de cuatro o cinco chiquillos y comenzó con ellos la labor catequística enseñándoles alguna oración. Un muchacho de catorce o quince años llevaba sobre sus espaldas uno de los instrumentos de la flamante orquesta , un bombo descomunal. cuyo peso hacía sudar al infeliz joven. Acercóse por curiosidad al misionero para oir la charla que con los chiquillos llevaba. Reparando el Padre Esteban en la fatiga del muchacho y movido de compasión le quitó el orondo instrumento. cargó con él y continuó acompañado de los titiriteros hasta Bayo na. Incidentes como este, traen a nuestra memoria la frase del Apóstol «Ümnibus omnia factus» hacíase todo para todos. En el año 1875 desplegó mCís actividad apostólica que en el anterior. Predicó en vásco a los pueblos de Urrugne, Arronz, Biriatu, Larrasoro, Cambó, Ichaso, Gerecilka, Lekoin, Mugerri y en los pueblos navarros de Zugarramurdi y Vera. «En Biriatu, escribe él mismo, gran parte del auditorio se componía de españoles que pasaban el río Bidasoa. •Todos los días desde el apo¡;ento del cura veía a los liberales en el alto de San Marcial. que está sobre Irún, como también a los carlistas, que tienen la aduana a medio tiro de Biriatu, con quienes hablé. Ya he sabido que una columna pasó por Lumbier. ¿Y no habrán hecho en los pue– blos lo que acostumbran?. El veinte del mes que viene co– menzaré la misión de Zugarramurdi... » (l) En efecto, comenzó la misión el veinte de Junio termi– nándola el veintinueve. No es decible el entusiasmo y fer– vor religioso que despertó su predicación. Presenciaron aquella misión los señores Don José Elía y Don José Cabodevilla, Párrocos de Olóndriz y Arrieta res– pectivamente, que ayudaron al .:élebre misionero en la ta– rea de Confesonario. Ambos venerables sacerdotes consideraban el fruto de la misión como un prodigio. El Padre Esteban hablaba un vasco raro, mezcla de dialecto usado en Francia y de remi· niscencias de su juventud. Creyeron los Curas que el pú– blico no podría entender lo suficiente para penetrar el sen– tido de los sermones y doctrinas. Sin embargo, todos en· (1) Archivo del V. Postulador, Carpeta VI, núm. 28.

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