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El Padre Adoain en Estados Unidos y en Froncio 403 comprometerse los que quisieran incorporarse a la Co– munidad. (l) Nuestro Padre Esteban vivía con gusto en aquel es– trecho cenobio y se adaptaba, a pesar de su edad, a la a usteridad y tenor de vida que se observaba, como se com– prueba por lo que leemos en una carta suya dirigida a su hermano Martín Marcuello en dieciocho de Junio de 1873. , Ya sabes que estoy en mi casa con mis buenos hermanos y nada me falta ... » Dice que nada le faltaba,' y entre tanto es sabido que desde la fundación de aquel convento hasta a queilos días y aún después, murieron muchos religiosos jóvenes que sucumbieron a los rigores de la austeridad de aquella casa. (2) Mas no solo supo adaptarse desde el primer momento a la3 costumbres de la Comunidad, sino que aventajaba a todos por su espíritu selecto. Oigamos cómo se expresa un testigo de vista, el Padre José de Zaráuz: «Dos años pasé ~n compañía del Padre Esteban en el convento de Bayona. Siempre vi en él res– plandecer la vida ejemplar de un buen religioso. Era hu– milde, prudente, de carácter sencillo y franco y de amena conversación. Varón de oración, de mortificación y de gran recogimiento, de tal manera que se adivinaba no perdía la prese·ncia de Dios. Tenía un andar grave, pausado, silen– cioso. Su mirada era suave y atractiva. Hablaba en voz baja (a pesar de su potente y hermosa voz) solo cuando era requerido; pues fuera de caso necesario, guardaba profun– do silencio. En los dos años que moré en su compañía ob– servé en él un exacto cumplidor de la Regla y de las Cons– tituciones de la Orden. No recuerdo que hiciera jamás dis– tinción alguna en las comidas, ni que usara legítimas dis– pensas. (1) Tuvimos la fortuna de hallar un ejemplar manuscrito en el Archivo Provincial de los Capuchinos de Valencia, en 1925. Des– pués el Padre Ildefonso de Ciáurriz lo insertó en su opúsculo «Ca– puchinos Ilustres de Navarra». (2) He aquí los nombres de algunos jóvenes difuntos, de aquellos años: Fray Buenaventura de V1dania, falleció a los treinta Y un años. Padre José María de Goizueta, a los veintisiete. Padre Antonio de Tolosa, a los treinta y cuatro. Fray Lorenzo de Ga– zuño, a los veinte; Fray Angel de Berástegui, a los veintiuno; Fray Crispín de Tolosa, a los treinta y cuatro. (Datos facilitados por el P. Berardo de Cieza, miembro de aquella Comunidad, y pueden Verse en las lápidas funerarias).
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