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_:_3_:_9_:_B________.:E_:_I_P'-a'-d_r_e_Esteban de Adoain la secta de los Carbonarios, tres franceses y dos italianos. Una noche estos cinco individuos acompañados de dos hombres del país entraron en la habitación en que dormian los Padres, y encaño~ nándoles sus armas les dijeron que si gritaban, serían muertos .en el acto. Levantáronse, pero el P. Pedro de Llisá, se lanzó so– bre uno de ellos que era coronel retirado, le arrebató una Pis– tola y un puñal. Los demás religiosos daban entre tanto voces de ¡auxilio! Los sicarios hicieron varios disparos, matando al Her– mano Fray Fidel de Suria. Pronto llegaron cuatro agentes de la autoridad armados, y en el espacio de media hora capturaron a cuatro de los foragidos ; y cuatro horas más tarde estaban en– carcelados seis. Uno de los más audaces, es decir, el séptimo, se fugó a caballo, pero perseguido muy de cerca, se suicidó dispa– rándose una pistola. (Cronicón, p. 197). Y declaración que oímos a l Padre Benito de Guatemala en 1925.
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