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394 El Padre Esteban de Adaain ------------------~--~~~~~~~~~--------------- sas, recibieron a los Capuchinos con sinceras muestras de benevolencia. El viaje se realizó felizmente. Pero un día en una de las primeras horas de la noche, se promovió fuerte tem– pestad que puso a la nave en gran peligro. Una de las olas abrió un boquete en el costado del barco entrando agua en gran cantidad, e inundando incluso el comedor. Todos se hallaban presa de pánico indescriptible. El Padre Este– ban se refugió en el aposento que servía de Capilla y pú– sose a orar con los brazos en cruz. Uno de los marineros que lo halló en aquella actitud, hubo de increparle, advir– tiéndole el peligro. El Padre Esteban contestó, sin levantarse ni moverse: «Esta vez n'o perece el barco... • Al oírle se– mejante afirmación, los religiosos recobraron la serenidad; y los más jóvenes acercáronse a él, a cuyo lado se consi– deraban seguros. En efecto, la avería fué reparada; cesó la furia del oleaje y sobrevino la calma. Tripulantes y via· jeros atribuyeron la salvación a la oración del Siervo de Dios. Dos protestantes convirtiéronse al Catolicismo: el ama de llaves del barco y un viajero desconocido. (1) Llegaron a San -Francisco de California el día uno de Julio. ·· El Gobierno de Guatemala puede estar satisfecho. Ex– pulsado el egregio apóstoL ya no existe obstáculo alguno para la prosperidad del país. Rufino Barrios y García Gra– nados, discípulos del sectario Juárez de Méjico, pueden vivir tranquilos reinando contra la voluntad del pueblo, apoyados en los fusiles y en las bayonetas. Sin embargo no vivió tranquilo el ministro que firmó el decreto de expulsión de los Prelados y de los religiosos. Acosado por los remordimientos, murió pocos meses des· pués de publicado. El médico de cabecera dijo al Padre Esteban que nadie pudo diagnosticar la enfermedad gue llevó al sepulcro al ministro. Y se hizo público en Guate– mala que durante varios días que precedieron a su muerte no cesó de sufrir pesadillas y delirios clamando que quJ· tasen de su lado las mitras que veía; que sacasen de su habitación los Obispos que allí estaban. (1) Un testigo de este suceso, nos aseguró que aquel barc<> naufragó en otro viaje y que entonce5 recordaron las palabr.as ele la frase del Padre Esteban, que constituían doble profeC 13 • (Testimonio del Padre Santiago de Guatemala.)
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