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34 El Padre Esteban de Adoain crearon por todas partes Juntas revolucionarias. Se fun– daron periódicos anticlericales. Los motines, algaradas y atentados estaban a la orden del día. Se suprimieron nu– merosos conventos. Se creó la milicia nacional, integrada por liberales exaltados, árbitros de la situación. Como era de esperar, aparecieron partidas armadas de realistas y comenzó una verdadera guerra civil. La re– acción fué violenta. Ante aquel caos intervinieron varias potencias euro– peas. Francia intervino con un ejército de sesenta mil hom– bres, que llegaron a Madrid y Andalucía. Fernando VII recobró la libertad y declaró, por decreto, nulos todos los actos y di.;;posiciones del Gobierno Constitucional. El partido realista se lanzó al exterminio de los libe– rales. «Hay que exterminar a los negros, decían, hasta la cuarto: generación.» Surgió el partido de los . apostólicos o realistas exalta– dos, cuyos grupos se sublevaron contra Fernando VII, dis– gustados cie su espíritu de tolerancia a favor de los libe– rales. Las Juntas realistas, con el título de ]untas de Fe, dice Menéndez Pelayo, establecieron anárquicamente la In– quisición en algunas diócesis (!). En mayo de 1829 murió la tercera mujer de Fernan– do VIL y éste se casó con su sobrina María Cristina, hija de los reyes de Sicilia. Pronto surgió la cuestión dinástica, terrible para España, como nuevo elemento de discordia. Los apostólicos opinaban a favor de D. Carlos, pare– ciéndoles que era el único que tenía derecho a heredar la corona y creyéndolo enérgico e intransigente con los libe– rales. Como la agresión de los liberales había provocado la reacción violenta de los realistas, la de éstos provocó la ira de sus adversarios, que iban creciendo en audacia. Al morir Fernando VII en 1833, estalló la guerra civil. Los carlistas se lanzaron al campo. Los liberales aceptaron el reto gritando: Viva la reina. Ya en 1834 se publicó una Declaración de Derechos, concediendo una serie· de liberta– ·des, individual, de imprenta, etc., etc. Se prohibió proveer las vacantes eclesiásticas y admi- (1) Historia de los Heterodoxos Españoles. T. III, cap. III, :pág. 524. Edición de 1881.

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