BCCAP000000000000130ELEC

Los Capuchinos expulsados por la revolución 389 e! coronel llevándose cien soldados. Reanudaron la marcha en dirección oeste conducidos por un capitán, el cual permi– tía que cada cual viajase libremente al paso que le convi– niera. Pernoctaron en San Andrés, sobre petates extendidos en tierra. El día once salieron de aquelia aldea a las seis de la mañana, llegando a Sololá como a las diez. Sin detenerse, s iguieron hasta Santa Lucía, donde pernoctaron. El doce, pasando por Nahualu llegaron a las cuatro de la tarde a Totonicapán, dirección Noroeste. Allí conocieron los Capuchinos el texto del decreto de su expulsión y de su conducción a la frontera del estado de Chiapas, de Méjico; lo que les causó gran sobresalto. Por fortuna, el jefe políti– co de Totonicapán se apresuró a comunicerles la modifica– ción del decreto y que el verdadero término del viaje era el puerto de Champerico. Día trece. Rompieron la marcha a las siete de la ma– ña na . Pasando por la aldea de Salcajá continuaron en di– rección suroeste, hacia Quezaltenango. En las inmediaciones ·de la ciudad esperaba el coronel con sus cien soldados. For– mó la tropa y entraron con paso doble a toque de cornetas, que sería para el jefe todo lo marcial que se quiera, pero que hacía poca gracia a los pobres frailes. Todo el público se lanzó a la calle. En medio de la tropa y como si fueran prisioneros vencidos en batalla, iban los Capuchinos. Tres de ellos, los más ancianos, eran conducidos en sillas de ma– no por varios indios que se ofrecieron voluntariamente a transportarlos. Los demás iban sobre cabalgaduras, emer– giendo un palmo sobre todos, el conocido misionero, incon– fundible_por su luenga barba blanca. Se les hizo recorrer in– necesariamente varias calles; lleváronles a la plaza del mer– cado a la hora de más concurrencia, obligándoles a descri– b ir, en su marcha, un círculo en derredor de la plaza a vista de la muchedumbre, que se apiñaba observando con triste– za aquel insospechado espectáculo. ¿Qué objeto tenía aquella exhibición? ¿Quién la dispu– so? No andaba ajeno a este negocio un tipo repugnante que <!pareció allí aquel día: el director del inmundo periódico •El Malacate». Su presencia en la viíla y en la plaza era SOspechosa y no podía tener una finalidad buena. Creyó <Xquel sectario que en Quezaltenango podría hacerse algo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz