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_37_0_____ ~_E_I_P_adre Esteban de Ad-"o-=a.c:i n'--------- a toda la Comunidad, destierro y dispersión que alcanzaría a la de Nueva San Salvador, porque el Gobierno de aquel país seguía, en todo, la conducta del de Guatemala. Se-dió el Padre Segismundo perfecta CUfmta de las consecuencias. Tal vez le asaltó el pensamiento de _que el bien común era preferible al de un individuo; que el P. Esteban como buen religioso se sacrificaría, cual otro Jonás, a favor de las Comunidades de Centro América que tanto amaba. Sin embargo el Padre Segismundo prefirió su propio destierro y el de sus Comunidades. Por ningún concepto quiso que se le hiciera instrumento de injusticia, ni toleró que un seglar atropellara el fuero eclesiástico entrometién– dose en actos de su jurisdicción. Y contestó al Ministro en tér– minos valientes aunque correctos, y además entregó la carta del susodicho Ministro al P. Esteban para que él contestara su propia defensa. Vamos a copiar ambas contestaciones que son modelo en su género por el fondo, y además curiosísimas. He aquí la del Padre Segismundo: «Antigua Guatemala, 10 de abril de 1872.-Muy respe– table señor Ministro: Ayer a las. cinco de la tarde recibí carta del Reverendo señor Cura Martínez con la muy atenta que le dirigió V. E. en contestación a la que él escribió so– bre el Reverendo P. Esteban. Impuesto de su contenido, las di a leer al citado P. Esteban. En vista de las informacio– nes que según dice V. E. se han hecho delante de ese Go– bierno contra su predicación, está el señor Presidente en que yo pida pasaporte para el Padre con pretexto de en– viarlo a alguna comisión. Le dije que él estaba en el de– ber de escribir a V. E. manifestándole sinceramente su ino– cencia, ya que según el Espíritu Santo, cada uno debe, cuan– do la inocencia está en favor, salvar su buen nombre: cu– ram habe de bono nomine. Así. pues, le acompaño su mani– festación. Y en ella verá señor Ministro, la verdad sincera. Este muy atento servidor llegó a alcanzar como la mitad o más del sermón que predicó el Padre en la Merced el Viernes Santo. Y lejos de hablar contra el supremo Gobier– no, tuve la satisfacción de oírle el siguiente elogio: .Estoy persuadido que el Gobierno de Guatemala, prudente y sabio, jamás podrá seguir los consejos de ·El Malacate» contra .la religión. Lo que puedo asegurar a V. E. es que los que a~¡s­ tieron a oir a este celoso predicador, oyeron palabras de v1da

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