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El Siervo de Dios, Religioso y Sacerdote 31 .asistían alterna-tivamente, invitándole a hacer una buena confesión. Todo en vano. Negábase a escucharles, dando muestras de desagrado y despidiéndoles con frases descor– ·teses, propias de un desesperado o de un réprobo. Pronto se tuvo noticia en la ciudad de la obstinación del reo y no había quien no lamentase con profunda pesa– dumbre tal actitud. Para quebrantar la dureza de aquel yunque, era necesario un golpe extraordinario de la gra– cia divina; debería intervenir un apóstol de corazón de fueqo, a estilo de San Pablo. El P. Esteban no podía ignorar lo que estaba aconteciendo en la cárcel de Pamplona. El día 28 hubo de salir del convento acompañando a un Pa– dre Definidor, Atanasia de Los Arcos, el cual se proponía visitar la comunidad de Agustinas Recoletas. Y entonces se enteró minuciosamente de las malas disposiciones del reo y de que aquella alma corría grave riesgo de condena– -ción eterna. Y mientras el Padre Los Arcos cumplía su cometido, que era oir en confesión a las religiosas, el buen P. Esteban, sin esperar a más, como llevado por un ángel a estilo del que transportó al Profeta Habacuc, del campo al lago de 1os leones para que socorriese a Daniel, se trasladó a la -cárceL pensando sin duda regresar a tiempo para unirse a su compañero (1). Entró en la capilla, exhortó con lágrimas al reo a que se confesara y mirase por su eterna salvación. Nicolás Mar– cilla permaneció inmutable, frío, como un bloque de már– ·moL El Siervo de Dios se acercó al altar, se arrodilló ante el Crucifijo; se desnudó rápidamente la espalda y comenzó a descargar furiosos golpes sobre su inocente cuerpo, con unas disciplinas de cadenillas que solía llevar en el bol– sillo. Las disciplinas manejadas por su fuerte brazo, se agi– taban silbando en el aire para caer restallando sañuda– mente sobre la carne, que pronto se enrojeció de sangre. Entre tanto el Padre Adoain exclamaba sollozando: « ¡Per– dón, Señor, perdón para un alma que se pierde! .. » Aquel inesperado espectáculo de penitencia tan dura (1) El Padre Esteban no alcanzó a su compañero, que había l'egresado al convento caminando, solo, un kilómetro. El Muy R. Padxe Definido!' sufrió gran turbación y exigía al Padre Guaxdián que aplicase al prófugo una severa sanción. Pexo -el Padre Pasajes lo defendió muy cumplidamente, y la sanción no le fué aplicada al heróico apóstoL

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