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358 El Padre Esteban de Adoain de mil hombres, armados de cuchilios, pistolas y escopetas descendieron de sus mentes, asaltaron por sorpresa la ciudad de Santa Ana, la segunda en importancia de la república y se entregaron con gran algazara al incendio, al saqueo y a otros excesos, dando muerte a ocho vecinos que eran los más significados por sus ideas conservadoras y por su posición sociaL . A los de el Volcán se .sumaron algunos individuos de Santa Ana, que aprovecharon la ocasión para satisfacer su sed de revancha. Entre otros edificios ardió el Palacio del Ayuntamiento. Todo fué en pocas horas, con horrible sorpres;:x de los santanecos. Pasados los momentos de pánico y de pesadilla espan– tosa, los habitantes de Santa Ana clamaban venganza y re– presalias. Los antibarristas recriminaban a los liberales y les amenazaban corno a inductores de los sucesos vergon– zosos y sangrientos. Pero el Gobierno no se sentía bastante fuerte ni seguro para imponer un castigo adecuado.. Y aun– que pudiera imponerlo ¿qué conseguiría? Provocar una nue– va ofensiva, emplear un círculo vicioso de desórdenes, un tejer y destejer inacabable, que sería la ruina de la república. El Gobierno, el Obispo y la Municipalidad de Santa Ana tornaron una resolución muy cristiana. Recurrieron al egregio misionero conocido y admirado por todos ellos y solicitaron su espiritual concurso para llevar la paz a los espíritus. El buen Padre Esteban no pudo negarse; y abandonando a sus súbditos de Guatemala, se trasladó inmediatamente a Santa Ana para predicar los días que c~eyera necesarios. Con fecha 17 de Enero el Vicario General de la Diócesis Don Barto!orné Rodríguez dirigió en nombre del Obispo ya imposibilitado, una carta pastoral muy sentida, a los de Santa Ana, condoliéndose de la desgracia sufrida y exhor– tándoles a aprovecharse de la misión. '«No quisiera exclamaba en uno de sus párrafos, deciros ninguna verdad amarga que aumentara, en vuestras peno· sas circunstancias, la triste desolación de vuestras almas. después de una escena sangrienta corno la que el dos de Diciembre tuvo lugar en esta ciudad, con escándalo de ]as almas cristianas y execración de la misma naturaleza hu· rnanp, que se ha visto ultrajada con actos' de inaudita bar· barie. Pero es preciso curar el mal en su raiz y poner la se·

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