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346 El Padre Esteban de Adoain de esta iglesia luchan dos individuos.. ¡Corran!. ¡Que se matan!». Algunos hombres, seguidos de un buen grupo de curio– sos, acudieron con suma presteza al lugar indicado por el predicador, hallando a dos hombres, que presa de la ira, habían trabado una batalla y se disponían a agredirse con sendos cuchillos. Los. emisarios del misionero llegaron u tiempo para evitar la mutua agresión de aquellas dos fierus humanas. Hiciéronse muchos comentarios de este suceso. Pero na– die osó preguntar ·al Siervo de Dios, cómo pudo saber lo aue ocurría tras los muros del templo. . En quince días logró el mismo fruto que hubiera obtenido el profeta Jonás. El día 24 hubo cinco mil comuniones. Unu muchedumbre incontable acompañó procesionalmente a los. misioneros hasta su convento, luciendo más de quinientas. antorchas al lado del estandarte de la Divina Pastora. La misma llamada urgente y por idéntico motivó, hízole Don Manuel Silva párroco de Ciudad Vieja. Comenzó la mi– sión el veintiuno de Febrero, durando hasta el siete de Mar– zo. Cesaron los asesinatos, ios lat!ocinios, las bacanales y borracheras, los amancebamientos v las disensiones. Todu la población acompañó al misionero" h~sta el convento. En el mes de Abril predicó .una N avena en honor de la: Divina Pastora y una: misión en el pueblo de Villanueva. Entre sus habitantes estaban los cmimos tan envenenados y los rencores eran tan profundos, que el Párroco Don Ca– yetano Serra, declaró que si no iba el Padre Adoain, aquello no tenía remedio. Trasladóse allá el misionero con el Padre Igualada _el día quince de Marzo; y en catorce días ganó los corazones más rebeldes. El día que predicó sobre el amor a los enemigos, pidiéronse perdón en público los adversanos más irreconciliables, desarrollándose escenas de la más in· iensa emoción. Para la tarea de confesiones hubo de pedir otro Padre como auxiliar, a fin de poder terminar el día veintinueve. Durante todo el mes de Mayo predicó diariamente en la parroquia de San José, que era. la principal de las iglesias de Antigua. Cantábase el santo Rosario con acompañam1en· to de orquesta, se leía un punto de meditación y predicaba nuestro misionero, que al final entonaba la letrilla Perdón oh Dios mío.

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