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CAPITULO XXXIII PRELADO Y MISIONERO (1869-1870) l.ABOR DE 1869.- ¡QUE SE MATAN!- EL INCIDENTE DE LAS COMEDIAS.- EL COMANDANTE DE ESCUINTLA.- LA REVOLUCION DE 1870.- EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA J:NVIA AL PADRE ESTEBAN A LA ZONA SUBLEVADA.- RECORRIDO THIUNFAL.- EL P. ESTEBAN ARBITRO DE LOS INDULTOS. A LGUIEN creerá que el Padre Esteban se declaró en huel– ga durante su Prelacía, con relación a su ministerio a postólico. Nada más lejos de la verdad. Era misionero co– mo .si no fuera prelado, y cumplía como Prelado cual si no fuera misionero. Concretémonos por el momento al año 1869, primero de sus cargos de Guardián y Comisario. En el mes de Enero ya prE•dicó una gran misión en la parroquia de Los Remedios de la Antigua Guatemala. El cura Don Pedro Pagasartundúa, alarmado ante la relajación y desv-ergüenza mora-l (son sus palabras) que reinaban entre sus feligreses, pidió al Padre Esteban, como gran favor, unos días de predicación a estilo del profeta ]onás en Nínive (l). En efecto, el misionero se encargó de la difícil tarea tomando como auxiliar al Padre Antonio de Igualada, novel en el ministerio de la predicación. Ocurrió en esta misión el caso tan repetido y admirado por los discípulos del célebre Padre Esteban. Un día inte– rrumpió el hilo de su sermón y exclamó con acento de alar– ma, causando gran sorpresa en el auditorio: «¡Corran varios hombres a la calle y eviten un crimen!. En la parte posterior (1) c. m, p. 137.

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