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CAPITULO XXXII EL PADRE ADOAIN, COMISARIO GENERAL (1869) CARTA A UN PROFUGO.- CARACTER INDULGENTE.- •NO QUIERO SER VER. DUGO DE MIS FRAILES.•-SUS VISITAS PASTORALES.- IMPARCI!I-LIDAD y SERENIDAD.- SUCESOS RAllos E L Padre Esteban ponía en juego, para gobernar a sus súbditos, dos elementos: el corazón y la ley. La ley por sí sola es áspera, fría, hiriente. Si se trata de aplicarla a ciertos caracteres, ocasiona rebeliones, puede causar es– tragos. El corazón lo sazona todo; tiene intuiciones y acier– tos a que no alcanza el cerebro forjador de la ley. Del co– razón brotan los• grandes pensamientos y las grandes em– presas. De corde exeunt... No ' podemos jactarnos de haber ganado una persona, mientras no ganamos su corazón. Saber sufrir es lo más elevado que hay en el mundo moral; pero hacer sufrir es lo más bajo y degradante. Lo segundo es propio de seres ruines; lo primero es de corazo– nes magnánimos. Querer gobernar sin corazón es incurrir en Üranía. No se conseguirá regenerar un solo delincuente. Mas cuando un sujeto ha roto la va lla de la ley y es desauciado por eJla, solo un gran coraz6n puede fedimirlo. · Nuestro Padre Esteban fue dotado por Dios de un co· razón compasivo, a cuyas llamadas no se· resistía ni el rnás obstinado delincuente. Todas las noches, .a la hora de retirarse la Comunidad para· descansar, el Siervo de Dios visiiaba en sus celdas a

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