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324 El Padre Esteban de Adaoin Las circunstancias abonan a favor de la existencia d~ un prodigio. Los habitantes de aquella ciudad y todo el país eran poco propicios a impresiones de carácter religioso. El asunto ·del sermón no era a propósito para producir exal– ta ciones de la imaginación y excitaciones del sistema ner. vioso. El clamoreo y los alaridos se levantaron simultánea– mente, en todos los sectore,s de la dilatada muchedumbre, no por conta gio o por comunicación sucesiva y escalonada de estados anormales de ánimo. Los varones daban muestras de .estar tan impresionados como las mujeres, y algunos experimentaron más terror que ella s y pedían confesión con más insistencia. El fruto fué sa– ludable, sólido y duradero; pues los más obstinados a dver– sarios de la misión convirtiéronse en pregoneros de elia y en a póstoles y propagandistas entusiastas, no solo en la villa, sino por todos los pueblos de la ·región. fué necesario de– <;iicar más de veinte días íntegros, por tres confesores, pnra cosechar el fruto de la misión. Legitimáronse seiscientos treinta matrimonios, entre per– sona s a las que hubo de dispensarse de varios impedimen– tos. Separáronse muchísimos que- no podían· legitimar su unión. Volvieron a reunirse con sus legítimas esposa s los que las habían abandonado. Recaudáronse limosnas sufi– ciE:ntes para edificar un Hospita l. Se adquirió por suscripción una imagen de la Divina Pastora, ·que fué colocada en un. altar lateral de la Pa rroquia, fundándose entre la juventud la Asociación de este nombre. Fueron restauradas las Hermandades de la Santísima · Trinidad y de la Virgen del Carmen reorganizándose con nutridos coros. Los objetos abandonados en la plaza, ac¡uella tarde de tragedia, fueron entregados lealmente a los misio– rieres, quienes a su vez los devolvieron a sus dueños. La vi– lla de Chala tenango con toda su comarca y no pocos pue· blos de Honduras, quedaron completamente regenerados. Si hasta aquella tarde el auditorio era extra ordinariamente nu· meroso, desde enton ces fué mucho más. Tan copiosos frutos, inso~pechados, no pueden ser efec– .to de una quimera. Ninguno de los que conocieron a l Padre Adoain en América, puso en duda la existencia de un pro· digio. Les hemos oido a algunos de ellos testificar con jura· mento. El público no solamente reputó como milagroso ei su-
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