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322 El Podre Esteban de Adooin timonio de .los Padres Benito y Santia go de Guatemala sa– bemos que el segundo día hubo de resolverse nuestro m¡. sionero a levantar un púlpito en la plaza. Esta era muy espaciosa, bordeada de galerías y corredores, siendo cerra– da en la parte norte por la fachada de la iglesia. Las aldeas vaciábanse a la capital para ver y oír al fa– moso misionero. Algunos días los sermones terminaban en– tre l'os sollozos de millares de personas. No estab:J 'todo hecho. Aquellas lágrimas podían ser efecto de un sentimiento estéril. Un' mes llevaba el Padre Adoain predicando en Chalatenango y no se aveJ;J.turaba a anunciar que comenzarían las confesiones. Comprendía que su auditorio no estaba preparado para un propósito eficaz de la enmienda. El día veintiuno de Junio predicaba desde el púlpito de la.plaza a una muchedumbre de quince mil personas. Des– arrollaba un tema nada a propósito para impresionar la imaginación. Demostraba serenamente que la fé sin obras no basta para salvarse. Aún iio había llegado a la mitad del sermón cuando se levantó repentina y simultáneamente un clamoreo general de toda la muchedumbre, que .grítaba angustiada: ¡Miseri- cordia! ¡Perdón, Señor, perdón!. , El misionero paseó una mirada por el auditorio y ob– servó que urtos levantaban los brazos formando cruz, otros pugnaba n por a brirse paso y huír, otros ca ía n desmayados. Preguntó al Padre Capellades si había temblor de tierra Y contestó que no. . ¡Calma! ¡Tranquilícense todos! ... exclamó el Padre Adoain, procurando hacer oír su potente voz desde toda la plaza. Los ayes de terror continuaban, observándose que mu– cho> clava ban sus ojos en lo alto del espacio. Ba jó del púlpito y fué preguntando por los grupos: Pero ¿Qué pasa? ¿De qué se alarman? ¡Padre , que baja fuego del cielo! contesta ba n unos. He– mos visto unas fieras negras que nos amenazaban, excla– maban otros. Y muchos hombres aseguraban: Pero Padre.. ¿No ha visto unas figuras hortibles con machete en mano? Afligido sobre ma nera el buen misionero al ver el terror de que eran presa sus orenÍes, se esforzó nuevamente por

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