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Continúa el tema del anterior 321 de que el célebre misionero se les entraba pronto por las calles de la villa. Los indios y no pocos blancos sintiéronse acometidos de viva curiosidad. porque los de otras comarcas habían propa– lado que el Padre Adoain era el apóstol San Pedro que ha– bía resucitado. En cambio, entre otros elementos cundió una alarma terrible.. No ignoraban la historia de las misiones del Capuchino, y estaban bien informados de que el sexto y el noveno mandamientos de la ley de Dios eré:m aplicados sin contemplaciones. No se avenían a aceptar tanta austeridad, a !a que no estaban acostumbrados. Y dedicáronse a inventar obstáculos contra la misión. Escribieron al supremo Gobierno .anunciándole que los ba– rrista:> preparaban una intentona en aquella comarca y que· se disponían a invadir la villa en los mismos días señalados para la misión, por lo cual, decían ellos, sería mejor dej~rla para otro tiempo. Pero el supremo Gobierno entendió la tram– pa de los piadosos derechistas de Chalatenango y les con– testó que no existía semejante peligro y que las autoridades velaban por el orden público. El día quince de Mayo se dijo en la villa que aquella tarde llegaban los misioneros..Las autoridades salieron a busca rlos a más de dos leguas de camino, pero pronto com– prendieron que eran víctimas de una equivocación. El aviso· · auténtico llegó para el día diecisiete. Poco a ntes de mediodía el Padre Adoain y el Padre Ca– pellades daban vista a la villa. Pronto fué advertida su pre– sencia desde algunas calles y edificios que dominaban la campiña. y una turba de muchachos corría en todas direc– ciones gritando: «Ya llegan los misioneros». «En el puente nos esperaban los Curas de la villa y de Arcatao, . escribe nuestro misionero, y luego compareció el Gobernador con el Ayuntamiento. Era tanto el gentío, que no se podía dar un paso. Izado el estandarte, todos se arro– dillaron. Sabedo.res de que los misioneros no querían música, lllanifestaron su alegría levantando preciosos arcos, ador– nados con damasc·os y ricos pañuelos de seda. Centenares de cohetes volaban por los espacios. A las seis del mismo día se dió principio a la santa-misión. Aunque la iglesia es de tres naves. al momento se vió tan llena, que por necesi– dad quedó fuera gran parte del auditorio... » (C. III. p. 117). En efecto, por los apunte_s del Padre Es~eban y por tes- 21

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