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320 El Padre Esteban de Adaain cerrcs de Alotepeque y Mehuapán próximos a la villa, san_ los más altos de toda la república, no le faltan fértiles valles regados por los ríos Lempa, Sempul. etc. La villa de Chala– tenango está a la ribera de los ríos Tamulasca y Coleo. An. tiguamente era un poblado de indios, pero desde fines del siglo dieciocho aumentó con habitantes blancos y comenzó a progresc;r notablemente, adquiriendo el título de villa en 1847. Hoy es ciudad; privilegio que goza desde 1871. .Chalatenango tiene mucho renombre, escribe el Padre Adoain, por la grande feria que cada año se celebra el día de Todos los Santos, concurriendo comerciantes no solo de Centro América, sino de otras muchas partes a hacer Sll compra de qñíl» . (1) El. Departamento se halla dividido en dos distritos: El de Chalatenango y el de Tejutla. El primero tenía por aque– lla época treinta mil habitantes. En todo el distrito no había .más que seis parroquias con Cura, siendo muchas las aldeas abandonadas espiritualmente. El estado moral de la villa y de todo el Departamento era lamentable en extremo, y produjo en nuestro misionera. la impresión más desconsoladora. La vagancia, la embria– guez, la usura, el robo, el asesinato, eran los vicios más pequeños. La lujuria había sido entronizada en el país con sus manifestaciones más degradantes. Lo peor era que este vicio había tomado carta de naturalezá; no ya entre la gente baja, sino principalmente entre los ricos. Nadie se avergonzaba de nada. Ni siquiera los más relajados eran objeto de cen– sura por parte de la opinión pública. «Desde el año 42 que comencé a predicar misiones en América, dice el Padre Esteban, y he seguido predicando en varios países, en ninguna parte había encontrado tanta y tan desvergonzada relajación. Estas pobres gentes se ex– traviaron no solamente por falta de instrucción de sus pa– dres y de sus propios Párrocos, que al menos la mayor par· .te callaban como ·perros mudos, sino porque los mismos que debían ser los centinelas de l,a moral cristiana, arrastraban al pueblo a la perdiciÓn». · . . En Chalatena!!go comenzó, cierto día, a correr la notJCJO (1) C. III pg. 114.

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