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Continúa el tema del anterior 317 nzaron sin rebozo su protesta y su disgusto. Y como el in– fortunado suele mover a compasión, gran parte de los inde– finidos o neutros se· sumaron a ellos. Los dirigentes del partido liberal progresista aprovecha– ron aquel sentimiento, y entregáronse a encauzar y orga– nizar la protesta. Hombres y mujeres vistieron de riguroso luto u ostentaban crespones y atributos fúnebres. Los due– ñistas. dándose por ofendidos, insultaban a los vencidos, aplicándoles epítetos ·duros. Estos contestaban con el sar– casmo y con la amenaza de represalias a . plazo breve. Día por día iban agriándose los ánimos. El fruto de la misión dada por el venerable Padre Adoain se ha bía malogrado. ¡Cuánto daño hacen las pasiones polí– ticas! Sabíase que los liberales eran alentados desde fuera de la república, asegurándoseles que la revolución venía a pasos acelerados y que el presidente sería castigado con. la pena de Talión. •Con haberse fusilado a Barrios en la capital. escribe nuestro Padre Adoain en su Diario, se hallaba su partido en continua agitación formando sus planes contra el Gobierno, y este se encontraba nuevamente amenazado y en continua alarma. Para ma:qtener el orden no encontró el presidente Dueña s mejor medio que la predicación evangélica. Así es que expuso al señor Obispo la necesidad y remedio de la. santa Misión y su señoría Ilustrísima accedió gustosamente . a la petición. El día dieciseis de Septiembré pasamos a la capital. Se dió principio a la predicación y cac;ia día era más numeroso. el auditorio, cosa bien rara que llamó la atención de todos. Lo mismo fué empezar a predicar que desaparecer las alarmas, corrillos y demás síntomas de descontento. Los lutos y colas con que se distinguían los barristas desapa– recieron. Los insultos, burlas v sarcasmos de unos a otros cesaron en las plazas. calles ..¡demás lugares». (1) . El bondadoso Padre Adoain era el llamado a deshacer todos los entuertos. Al llamarlo el presidente Dueñas ¿obraba con rectitud de intención? Tan reiterados requerimientos indu– cen a sospechar que hacía al Siervo de Dios, instrumento de sus designios politices. El sencillo misionero no se detenía (1) c. m, p. 104.

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